jueves, 31 de mayo de 2012

Todo ocurrió un frío martes por la noche


—Bésame. —Demandó simplemente, salido de la nada. Rompiendo el silencio entre nosotros.

Nos encontrábamos en una banca en el parque aquella fría noche de Mayo, bajo la luz de una farola que despedía un tono amarillento, y hacía danzar las sombras que se creaban a nuestro alrededor. No había personas, no había nadie más que nosotros. Suponía que eso era bueno, siempre había sido tímido y reservado con gente a mi alrededor, la simple idea de que alguien escuchase nuestra conversación -sí es que así se le podía llamar- me hacía estremecer, casi podía decir que me daba asco la sola idea.

—¿Dónde? —Sonaba resignado, y es que no podía ponerlo de otra manera. Era casi un juego masoquista entre ambos, como un intercambio o una promesa silenciosa. No nos queríamos de esa manera, pero habían esos ratos donde la soledad carcomía el alma, y un simple momento se convertía en todo. No sé como explicar esta extraña relación entre ella y yo.

—En eso te fijas tú. —Respondió. Parecía un reto, eran esos los momentos que más valían entre nosotros, los que cambiaban esos días, noches, a todas horas. Era como un juego, una tentación en la cual caer era imposible. Siempre le dije que me recordaba a la viuda negra, o a una araña en sí. Me gustaban los insectos. Creo que podemos aprender mucho de ellos. Esa forma tan singular y paciente que tienen de tejer sus redes y esperar el momento justo para recibir un beneficio. Ella era como una araña, y yo era la mosca o el pobre incauto que había caído en sus redes. Ya no sabía que estaba diciendo, sólo sentía su mirada clavándose en mi rostro, esperando una respuesta que no había llegado; irritada, quizás frustrada. La vi ponerse de pie, apunto de marcharse.

Me puse en pie y la tomé por el brazo, halándole hacía mí en un "no te vayas", mis manos hallaron sus mejillas y se amoldaron a ellas dándole suaves caricias. Mis labios rozaron su frente y dejaron un beso en esta, luego en la punta de su nariz y finalmente sus labios, presionándolos ligeramente, apenas un simple roce de ellos.

—Romántico empedernido. —Me susurró, alzando la vista hacia mí y con la burla evidente en su mirada.

—Trato de darle el romanticismo necesario a esto, mujer. No jodas. —Respondo un poco exasperado, no puedo evitarlo. Pensaba que las mujeres siempre han deseado alguien así, o un momento así bajo una farola a las 2:00AM, en compañía de un amigo que es casi un extraño y una fría soledad.

—No dije que no me gustaba.
—¿Entonces te gusta?
—No dije que me gustara.
—Qué irritante eres, mujer.

Y así nos habíamos quedado, con mis manos en sus mejillas, las suyas reposando a sus lados, bastante tensa y dejando un momento incómodo entre nosotros.

—Y mira que tocarme y besarme así en la madrugada... debería denunciarte.
—No lo harías porque me quieres.

—¿Quién sabe? Tal vez sólo te estoy mintiendo hasta que saque algo de tu bolsillo. —Le escucho susurrar de forma perspicaz, sin inmutarse, sin cambiar la seriedad de su rostro, casi ocultando una sonrisa.

Y yo no puedo evitar sonreír, todo es un intercambio de sonrisas y palabras, un juego entre nosotros. —Entonces ese beso me va a costar un par de billetes.

—Puede que sí. Imagínate si hubiese sido largo... —Esquivó mi mirada, bajando el rostro. Seguro había sonreído. Odiaba cuando me evitaba ver sus sonrisas, eran cosas pequeñas que valían más que la pena.

—¿Cuánto me costaría el largo?
—Para llegar a ese tiene que haber una combinación. Quizás varios cortos, luego más largos, profundos y continuar, no sé.

En ese momento su sonrisa afloró y una risa se filtró de entre sus dientes. Ambos sabíamos lo que queríamos, ambos sabíamos que ese beso lo cambiaría todo, o esa noche por lo menos. No esperamos más. Sus labios estaban frente a los míos, entreabiertos y esperando; como diría el buen Cortázar, en un recinto donde un aire pesado va y viene.

—Como si tuviésemos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. —le recito.

Ella se dedica a sonreír. Solamente me mira y sonríe, reconoce a Cortázar. Y es que no era de sorprender, ¿cómo podría yo besar a alguien que no conociera a Cortázar? ¿O a Sabines? ¿O a Benedetti? ¿O a Neruda? O a... Y dejé de pensar. Simplemente dejé que mis brazos -tengo serpientes en lugar de brazos, diría Sabines- se enroscaran en su cintura, y sus brazos rodearon con lentitud mi cuello. Nuestros labios se devoraron, y nuestras lenguas se encontraron... en un recinto donde un aire pesado va y viene.

Soy feliz, porque esa noche me llevé un par de esos besos, y mi bolsillo mantiene sus billetes. Creo que es la madrugada más feliz de la semana.

"Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua."




- Alguien en algún lugar.




lunes, 28 de mayo de 2012

Mis tres muertes.


Ellas están aquí, lo sé. Las muertes me esperan afuera de la habitación. Ellas están sentadas afuera, inmóviles, atentas y en espera, me esperan a mí. Y yo sé que están ahí. Las intuyo, las siento, las veo... las huelo. Y yo sé que me están esperando, han venido por mí. Me encuentro dentro de la habitación, acurrucado bajo las sábanas, temeroso de los sueños que están por venir. Temeroso de cerrar mis ojos y verlas ceñirse sobre mí.

 Y quizás ustedes crean que la vida es muy larga, pero eso termina cuando están muriendo. La vida se me había hecho una carga, un largo y penoso camino a recorrer hasta ahora. Ellas están allá, al otro lado de la puerta, esperando expectantes a que se marque la hora final. Cuentan el tiempo segundo a  segundo, minuto tras minuto. Y mi corazón palpita al mismo ritmo, como si fuese un viejo reloj que pronto cesará y llegará a su último latido.

¡Oh mujer, no los dejes pasar! ¡Mantenles a raya, no dejes que entren en mis aposentos! Tiemblo con miedo y un sudor frío de tan solo pensarlo, de estar a merced de estas tres sombras que me han perseguido durante mi vida, ¿quién diría que esas tres me causarían mi fin? ¿Y qué podía hacer yo? Debatirme entre la vida y la muerte, ocultarme bajo mis sábanas.

—Belén... —musité con una voz débil, bastante apagada. Podía sentir el sudor frío mientras las veía en mi mente del otro lado de la puerta, sentadas, quizás mofándose de mi desgracia, de la escena que quizás estaría montando.

—No los dejes pasar.

—¿A quiénes? —escucho tu voz que parece estar a la lejanía, confusa y trémula.

—Nadie, nadie. —Me limito a sacudir mi cabeza y alzar la sábana hasta la altura de mi mentón, mirando de reojo de forma nerviosa a la puerta. De nada sirve que te lo diga, ¿cómo podrías verles? ¿Cómo podrías entenderlo? Ni yo lo hubiese hecho si me lo hubieran contado. Puedo escuchar ahora sus risas al otro lado de la puerta, me imagino sus mandíbulas abriéndose y cerrándose en una risa bizarra, extraña.

—¡jojoi, jojoi,jojoi ajganak! —les escucho decir y las imagino asentir. Y más que preocuparme por ti o por mí me preocupo por ambos.

¿Qué será de ti cuando yo deje este mundo, y qué será de mí cuando esté del otro lado sin ti? No me canso  de preguntarme. Antes muerto contigo que vivo y sin ti. Tengo tantas cosas que hacer, tantas cosas que hacer contigo. Más bien tenemos tantas cosas que hacer juntos. Tenemos que ir a Corea, ¡amas Corea! Y tenemos que ir a Canadá porque quiero conocer a Canadá. Tenemos que hacer esto y aquello, y ni hablar de una familia juntos.

Y ahora estoy aquí, acostado en esta cama temeroso de los sueños que vendrán al dormir, o del inevitable final que ha de caer sobre mí, y lo que pasará contigo y lo que será de mí.

—Te amo, Belén. —Susurro casi en silencio, más para mí que para ella. Y escucho las risas cesar del otro lado de la puerta. Están listas. El momento ha llegado. —Y hay tantas cosas que no te dije ni hice, y lo siento tanto. —Cierro los ojos al sentir sus manos sobre mi rostro, limpiando el sudor frío que resbala por mi frente, y sus manos acarician mis cabellos en un vano intento por calmarme. Mi voz se apaga mientras las veo entrar en silencio y postrarse a mis lados.

—Déjame solo, Belén. —Ella asiente con una sonrisa y yo tomo su mano, la acaricio con mi pulgar y le dedico una sonrisa de soslayo, y le digo lo mucho que la amo.

—Te veré más tarde. —dice.
—Nos vemos pronto. —respondo. Y ella frunce el ceño al no entender mis palabras pero se marcha. Y me deja ahora solo en la habitación, con las lágrimas amenazando dejar mis ojos y escurrir por mis mejillas, y es que, ¿qué otra cosa puedo hacer frente a mis tres muertes?

Y es que ya lo he dicho antes: Vive y ama las cosas sin pasión, para que esa misma pasión sea la que ocasione tu muerte. Y aquí tengo mis pasiones finales, o eso creo yo. Una es la pasión a la soledad, otra es la pasión a mí mismo y mi última pasión -pero no por menos importante- fue ella. Y pareciera que fuese ella quien causó mi muerte.

Así que sal de aquí, lector. Déjame  solo, con mis tres muertes.


- Alguien en algún lugar.




jueves, 10 de mayo de 2012

Mortem.


La muerte es... Nada. No sentirás miedo, no sentirás molestia ni preocupación. No sentirás frío ni calor. No sabrás que estás muerto. ¿Qué es la muerte entonces? Simplemente:

... Nada.

- Alguien en algún lugar.




Untitled

Ya la vida no me sonríe. Ahora me toca secuestrarla, ultrajarle y obligarle con dos ganchos de acero largos, estirándole su ilimitada y vulgar boca hasta que sangre nada, de manera que me exprese alegría a que me exprese señal alguna de su sonrisa, así sea fingida; pues son muy pocos y a la vez, infinitos, los motivos que tengo para vivir.

- Alguien en algún lugar.



lunes, 7 de mayo de 2012

Conversaciones con Ninguno: Historias de mi puta triste


Ninguno
Imaginate ser una puta y que yo entre en el cuarto, pero no me baje el cierre, sino que saque una libreta y te pregunte de tu vida. ¿Qué harías?

Alguien
Depende, dame una historia de fondo. ¿Soy buena puta y bien mantenida? ¿Lo hago por diversión y hobby? ¿Soy de esas que están en tiendas de mala muerte donde son abusadas y golpeadas por el pimp? ¿O soy esclava de un tratante de blancas?

Ninguno
Empezaste haciendolo por plata, necesitabas mantener a tu hermano con síndrome de down, pero cuando el murió no te quedo otra opción que buscar un trabajo digno que alcance para mentenerte sólo a vos. Entonces dejaste la prostitución y conseguiste un empleo en la Pizzería más cercana. Pero al cabo de dos meses, descubriste que no podías dejar de masturbarte y volviste a tu antiguo trabajo: la prostitución. Así que ahora lo haces sólo por un desorden mental. Trabajas para un italiano con mezclas de ingleses y franceses, que cada tanto te azota, te hace vestir de Minnie Mouse y te da duro por detrás. Pero te encanta.

Alguien
Me sentiría vacía en la vida. Al saber que soy un objeto de juego y nada más, y saber que hay más para mí pero por culpa de mi desorden y hambruna sexual estoy en ese pozo sin fondo. Lloraría muchas noches pensando en lo mierda que soy al dejar que me abusen de esa forma, y darme asco a mí mismo por saber que, aunque está mal y me duele, me gusta.

Haría con los clientes lo que me pidieran porque estaría muerto por dentro, y durante los días sería como estar apagado, ¿sabes? Todo en automático, sin que nada me afecte.

Y si entraras tú, me prepararía y te adularía con falsedad, como una puta debe hacer. Desconfiaría cuando te viera con la librera, seguro preguntaría si esto es una broma o si es una especie de fetiche sexual.

Ninguno
Oh, pero claro que irías a creer eso. Es más, yo te convencería de que es un fetichismo; que sólo hago esto para después pasarte la lapicera por el ano. Pero no, te dejaría sorprendida cuando acabe la sesión por no haberte tocado ni un milímetro de tu cuerpo. Y así te enamorarías de mi. Habrías encontrado a alguien que no llene ese vacío perpetuo de tu interior, y al estar frustrada, tu cerebro o tus sentimientos te indicarían que te enamores de mi para lograr que yo te meta algo.

Alguien
Me incomodaría al pensar en que me meterías la lapicera por el ano, quizás incluso me asqueé y me enoje, pero son gajes del oficio, no me quedaría de otra. Sí, después de la sesión me sorprendería al saber que no me tocaste, te preguntaría porqué y sin duda despertarías un sentimiento en mí, por ti. Te marcharías, y día y noche me sentiría más vacía mientras los clientes me follan, y sufriría de la desesperación de no tenerte, de no hallarte.

Te amaría de una forma diferente y no puramente sexual como ocurre con los otros.

Ninguno
Pero de todas formas estarías ansiando que mi polla follé todo tu cuerpo.A las dos semanas volvería, para seguir con mi relato. Y te alegrarías al verme, esta vez intentarías algo diferente a lo que haces siempre: no esperarías a que el cliente ataque, sino que me atacarías primero. Pero yo te frenaría y te ordenaría que te sientes, y eso te dejaría confundida. Empezarías a preguntarte si ese par de lolas enormes que traes no son suficientes. O si esa vagina depilada no es lo que me gusta. Otra vez, te frustrarías.

Alguien
¿Tú crees eso? Va algo así pero no del todo. No tendría ganas de ser follada por ti al principio, eso te lo aseguro. Sería más o menos así:

Después de esos días en solitario y marchitarme en tu ausencia, me alegraría de nuevo al verte, pero no lo demostraría. Después de nuestra charla debes pensar que soy fuerte e independiente, que no te necesito cuando si te necesito. Y me sentaría en la cama, y esperaría tus relatos o preguntas.

Sí, quizás te trataría de tocar o darte indirectas, y tu rechazo me dolería. Me preguntaría si mis pechos no son lo bastante grandes, o si no te gusta mi vagina depilada. Me frustraría y te preguntaría porqué. Quizás llore y entre el llanto te confiese que te amo.

Ninguno
Por mi parte, me sorprendería al escuchar tu pregunta. ¿Por qué no me atraen tus senos? ¿O por qué no me causas ganas de follarte? Bueno, pero claro que quisiera follarte, quizás si no pensara tanto en lo que hiciera, dejaría mi libreta a un lado y te follaría, y hasta te dejaría propina. Pero era obvio que no habría de hacerlo porque no estaba en mis planes acostarme con una prostituta. Pensaría en que responderte, y entre mis opciones estarían: 1. Soy casado, disculpa. 2. No tiro para tu mismo lado, disculpa. O quizás 3. Es que me gustan rubias. Seguramente opte por ninguna de esas. Me terminaría quedando callado y bajaría la mirada para anotar algún garabato y hacerte creer que estaba escribiendo tu comportamiento. Y esa noche cuando me fuera, te dejaría un papel, un papel sin nada escrito. Con la esperanza de que te cuestiones qué carajos hacía, y me esperes con mucha más ansiedad hasta la próxima visita. Estaba volviendo loca a una prostituta.

Alguien
Te miraría dejando de llorar, y limpiando mis lágrimas mientras espero tu respuesta. Me daría por vencida al ver que no aportas nada y te escudas haciendo garabatos en tu libreta. Lo notaría, oh sí.

Cuando te fueses me cuestionaría que debo hacer, me preguntaría hasta caer dormida el porqué no me follas y si no te parezco atractiva, eso me haría sentir una animadversión a tu persona, pero no podría odiarte porque te amaría sabiendo que no soy un objeto para ti.

Tu hoja en blanco sólo me frustraría, me haría preguntarme con vehemencia que pasa por tu cabeza, y porqué me haces esto a mí. Lloraría desconsolada preguntándome porque me enamoré de ti, y te odiaría, pero cuando te viese de nuevo, posiblemente me olvidaría.

Ninguno
Posiblemente la noche que te haya dejado en solitario con la más grande de las dudas, no duerma. Me prepararía un café y prendería un cigarrillo, para sentarme en mi sillón predilecto, bajo la luz de la lámpara más luminosa de la casa, a leer mis apuntes. Apuntes que tomaba en todas las visitas que te hacía. A los márgenes, luego de leer, anotaría ideas personas que deduciría cada vez que te viera. Anotaría aquellas cosas de tu alma que no concordaban con tu historia. Como por ejemplo, tu mirada, tu pobre mirada que gritaría auxilio cada vez que me viera. O también las palabras que saldrían de tu boca, titubeando, frías, nerviosas, como si estuvieran ocultando algo mayor. Algo que no podría deducir sentado desde casa.

Quizás esa noche me masturbaría pensando en tus senos. Como un regalo para ti. Esperando que quizás, en ese preciso momento que yo lo hiciera, uno de tus clientes te estuviera follando, pero tú solo estarías pensando en mi. Y la verdad es que estaba solo, sin perros, sin amantes, sin vecinas calientes. Solo. Solo con una libreta y una historia sin terminar escrita en ella.

Alguien
Eso es tan romántico.

Yo estaría en la oscura habitación en silencio, pensándote y pensando en todo. Preguntándome que tanto has escrito y deseando que no descubrieras mis oscuros secretos, o mi pasado; pero al mismo tiempo deseando que lo hagas. Trataría de verme fuerte ante ti, pero la mirada y palabras me traicionarían de vez en cuando, muchas veces.

Si, esa noche pensaría en ti mientras un cliente me folla. Y si no me follan, posiblemente me masturbe pensando en ti. Porque estoy sola, sin perros ni amantes de verdad. Sin amigos o gente que se preocupe por mí, sólo tú, en algún lugar. Y desearía tener algo más que una hoja en blanco y tu olor en la cama, casi imperceptible por el olor de tantos otros.

Y me masturbaría pensando en ti, esperando que hicieras lo mismo por mí.

Ninguno
(Somos tan románticos, Alguien. Por algo no nacimos mujeres, JAJAJAJAJAJA. Dame un minuto y te respondo).

Alguien
(HAHAHAHAHAH, era un designio divino)

Ninguno
Mi empleo actual sería muy malo, desastrosamente malo porque implicaría tener que soportar las 10 hs de 5 días de la semana a una gorda sexualmente frustrada y a su marido, un hombre muy vivo quien se haría el tonto en todas las ocasiones que pueda, con tal de no atender los gritos de su esposa. Y ahí estaba yo, sirviendo los sanguches que los odiosos niños del barrio pedían a gritos. Estaría deseando meterles un pan en el ano a cada uno, para que se callasen de una vez. Mi empleo me dejaría mentalmente exhausto todos los días y espiritualmente frustrado, pero como no sería partidario de ninguna religión, no gastaría el tiempo por las noches en arrodillarme a orar, o quizás sentarme en el suelo a meditar.

Usaría ese tiempo en seguir con mi historia, o mejor dicho, tu historia, de la cual estaría totalmente dispuesto a adueñarmela, aunque sea por las noches. Pero algo seguiría faltando, una pieza del rompecabezas que estaba armando. Habría piezas que no encajasen y otras que faltasen. Estaría más cerca de desarrmarlo todo y tirarlo a la basura a que terminarlo y admirarlo.

Necesitaría otra noche más visitarte y conversar contigo. Y lo haría, y habría de haberse concretado sino fuera porque sería designado a otra prostituta, una tal Maria Ángeles, una pelirroja muy abultada. Le insistiría a la voz en off con la que conversaba en la entrada, a que me dejase acostarme contigo. Pero esa voz me diría que esa noche habrías decidido no trabajar por enfermedad. Me frustraría pero controlaría mi ira, y me despediría de aquella voz que del otro lado del vidrio polarizado me hablaba. Aunque no me quedaría ahí, sin nada, sin piezas para mi rompecabezas. Insistiría y probaría encontrar tu dirección. Por suerte, en camino a mi coche, me encontraría con otra mujer poco vestida, que dejaba ver la mitad de su entrepierna. Le preguntaría por ti, y aunque no supiera tu nombre, le describiría tu aspecto y algo de tu historia. Ella comprendería de quien se trata, pero no hablaría fácil. Su mirada me diría que quería algo a cambio y así lo haría: sacaría de mi bolsillo unos US$20 y se los entregaría. Ella se acercaría a mi oído y pronunciaría suavemente tu dirección.

Alguien
Después de mucho esperar por ti y días sin saber de ti, abandonada en tu ausencia me marcharía. Decidiría dejar ese maldito puesto de puta por unas monedas y me retiraría para vivir a mi manera. Por ti, no tendría esa necesidad de masturbarme compulsivamente porque tú me habrías mostrado otro camino y me habrías hecho sentir como mujer y no como un objeto. Sí, te amaría. Pero no me quedaría sentada en una habitación siendo follada por imbéciles anónimos mientras pienso en ti, o mientras te espero. Así que ese día diría que estoy enferma.

Me encerraría en la soledad de mi habitación y pensaría en qué hacer. Contaría el dinero ahorrado y pensaría en marcharme a otro estado, lejos donde no me conozcan ni puedan hallarme. Donde pueda ser una desconocida e iniciar una nueva vida. Así que empezaría a empacar todas mis cosas. Como mi hermano murió y el departamento amueblado no es mío no tendría mucho problema. Empacaría sólo mi ropa y algunos cachivaches. Y me prepararía para irme y para olvidarte.

Sin saber que en unos minutos me visitarías, lo cual me sorprendería.

Ninguno
Llegaría a la dirección recordada antes de lo planificado, y me encontraría con tu casa, tal así como la habrías descripto en una de las visitas. Suspiraría y me armaría de valor, buscando algún buen pretexto de porque yo podría estar ahí mismo, frente a tu puerta, a punto de golpearla, y te lo diría. Pero la verdad, es que no se me ocurriría que decir, por lo que me limitaría a tocar.Recordaría por siempre el rostro que pondrías cuando me abrieras. Recordaría por siempre la sensación que me harías sentir. Pero al principio te quedarías callada, expectante a mi habla, aunque yo también me quedaría callado, mudo tal vez. No diría nada y simplemente me haría paso dentro de tu casa, sin mirarla siquiera, sino que voltearía y te ofrecería mi mano para acercarnos juntos a la mesa y poder sentarnos.

Alguien
Te abriría la puerta y me quedaría inmóvil, muda de la sorpresa al verte. Tendría un sinfín de preguntas qué hacer. Cómo llegaste, qué haces ahí, de dónde obtuviste mi dirección. En fin, demasiadas preguntas como para listar. Sí, me sorprendería y seguro sonreiría al verte, y me haría feliz saber que me buscaste pero después habría un silencio incómodo porque no sé tu nombre ni nada de ti, y no sabría qué decir.

Cerraría la puerta cuando entraras y te miraría con ligera desconfianza y desconcierto por la forma tan segura en que entras sin preguntar. Tomaría tu mano y me acercaría a la mesa. Por educación te ofrecería algo de beber o comer, pero sé de antemano que lo rechazarías, así que te preguntaría que haces allí.

Ninguno
En aquella habitación se sentiría una sensación de extraña e incomoda. Dos mentes deseandose decir algo con un mismo obstáculo en común. El silencio sería bueno, satisfactorio, y hasta comprensible, pero igual así, estaríamos incomodos por parte.

Comenzaría a dibujar con las yemas de mis dedos, círculos sobre tus manos, acariciandote y proporcionandote de amor. Ya me habría imaginado que eso habría de pasar, que estaríamos sin saber cómo decirnos las cosas. Ya lo habría pensado. Lo habría imaginado. Y ya habría traído una solución a esos problemas. Sólo que no sabría como usarla.

Despacio, sacaría del bolsillo de mis jeans una hoja y la dejaría en tu mano que previamente habría acariciado. La hoja blanca estaría doblada al medio, escondiendo dentro de ella unas letras y números que juntos formaban una dirección, la cual sería la dirección de la estación de trenes más cercana. Me levantaría de la silla y me acercaría a besarte la frente, sería un beso largo, un beso que dijera y escondiera a la vez muchas cosas.

Y luego me largaría, otra vez más. Dejandote con la duda, otra vez más. Olvidaría a propósito mi maletín, porque en el habría dejado una especie de libro, o a lo que podríamos llegar a llamar, un boceto de un libro. Sería tu libro. Y dentro del libro habría dejado accidentalmente otra nota. La nota en la que por primera vez te daría palabras claras, una orden explícita. La nota que cambiaría tu vida y mi vida.

Alguien
Te miraría confusa al ver el papel doblado en mis manos. Al verte acercarte mi corazón latiría con fuerza, en un ataque de taquicardia ante tu proximidad. Yo sería una puta conocedora, ¿sabes? No una cualquiera ignorante. Cuando te acercaras suspiraría por nuestra cercanía, y recordaría a Rayuela, el capítulo siete para ser exactos. Cerraría mis ojos y prepararía mis labios para besarte, pero me quedaría quieta y en silencio cuando beses mi frente de aquella forma lenta, larga y pausada que sólo tú sabrías como hacer, y me llenarías de dudas al ocultar en ello muchas cosas.

Te observaría marcharte, no te lo evitaría dado mis planes, la nota que pareciera un adiós. Cuando te fueses me pondría de pie y dejaría la nota en la mesa, me prepararía un café para no dormir. Daría vueltas frustrada porque tu visita me habría confundido. Después vería tu maletín e iría hacia él. Lo colocaría sobre la mesa y quitaría los cerrojos pero no lo abriría, no podría violar de esa forma tu intimidad. Pero lo haría después de escasos segundos, la curiosidad tendría estragos en mí.

Dentro encontraría el libro, mi libro; nuestro libro. Lo hojearía sonriente y posiblemente las lágrimas escurran de mis ojos. Lágrimas de gratitud, de amor; lágrimas de ti. Entonces tomaría tu hoja y la abriría, reconocería la dirección, es la estación en la cual me marcharía casi a la medianoche. No sé, la medianoche tendría algo místico para mí.

Saldría de casa corriendo con el libro y la hoja en mano después de colocarme una chaqueta ligera y una bufanda, apurándome lo más posible a la estación sin importarme el frío que haría esa noche, ni fijarme en el vaho que escapa de mis labios. Parecía una noche perfecta y trágica.

20 minutos después llegaría a la estación, esta estaría en silencio y sin clientes, los trabajadores dentro en sus faenas y te vería a ti afuera, sentado en una butaca frente a las vías. Esperando. Y yo sonreiría porque me estabas esperando.

Con el libro y la hoja entre mis manos, colocadas frente a mis piernas, me acercaría a ti sin dejar de sonreír, y cada vez ampliaría mi sonrisa, me pararía cerca de ti alzando las cejas.

—Gracias —murmuraría con sinceridad y la felicidad se notaría en mi tono.

Ninguno
No me tomaría nada de tiempo armar las valijas, porque no querría llevar nada conmigo. Toda aquella ropa y pertenencias que vivirían conmigo en mi hogar, solo me traerían nostalgia y arrepentimiento durante el viaje. Querría salir lo más rápido de aquel ambiente para conducir hasta la estación, y despedirme hasta de mi mismísimo auto (por el cual habría pagado, lo que para mi, sería una fortuna, y para otros, una pequeña suma de dinero, un gasto menor). Le tendría mucho aprecio a aquella basura de cuatro ruedas, ya que ella sería siempre la encargada de llevarme a todos lados y acortarme el tiempo de viaje.

Dejaría atras el coche, mis pertenencias, la ciudad, incluso mi vida. Estaría listo para un nuevo comienzo. Con o sin compañía. Y aunque estaría seguro de que vendrías, comenzaría a comerme la cabeza la idea de que quizás no lo hicieras por miedo o para devolverme lo mal que algunas noches mi ausencia te hizo sentir.

Esperaría en una butaca frente a las vías de los trenes. Pocas veces en mi vida habría tenido la oportunidad de viajar en estos, y la idea de escapar del mundo que conocía hacia otro nuevo en tres, me emocionaría muchísimo. Y justo cuando sonreiría a mis adentros por aquella idea, aparecerías tú, con un abrigo que te llegaría por las rodillas por el frío que haría. Te acercarías a mi y con gusto sonreirías. Yo estaría atónito, en shock, emocionado e incrédulo. No podría haber creído que vendrías.

Me agradecerías y la sinceridad se notaría en tus palabras, serías una mujer muy sincera, y lo habría sabido desde que te vi la primera vez. Un "de nada" habría querido salirse de mis labios, pero la verdad es que justo llegaría el primer tren de las 12. Nuestro tren. Y mis labios se callarían por el ruido que este produciría.

Tomaría tu mano y juntos subiríamos al cuarto vagón, el cual parecería el más vacío. Me seguirías con total disposición y yo te sentaría contra la ventana, ocupando el asiento de al lado. Juntos apreciaríamos como el tren comenzaba a moverse rumbo a nuestro destino: ningún lugar específicamente. No tendríamos un destino fijo, sino que recorreríamos el mundo a nuestra forma, llenando las ciudades de nuestro amor y nosotros de las costumbres. No importaría la poca plata que llevaría, imaginaría que no triarías nada, y aunque lo hicieras, no te dejaría gastarlo. Viviríamos de nosotros mismos, ya nos las ingeniaríamos. Lo importaría en ese preciso momento, eran las dos vidas humanas que estarían por volver a recomenzar.

Acariciaría tu mano y frente a tu sorpresa aprovecharía para robarte un beso, que desencadenaría luego en veinte más, cortos y eficientes, que te harían sonreír. En ese instante comprenderías todo. Especialmente que mi objetivo no habría sido escapar con una prostituta, sino que hacer un libro sobre su vida, pero que terminaría enamorado de ella y ella de mi.

Irías a decir algo pero te callaría apoyando mis labios otra vez sobre los tuyos. Me gustaría el efecto que eso causaría en tu sonrisa. En cambio, diría algo yo:- ¿Estás lista? -asentirías y yo esbozaría una mueca alegre. No haría falta responder a aquella pregunta. Y así sería como juntos veríamos por la ventana el humo del tren que comenzaría a salir. Enamorados, juntos, yendo a ningún lugar en particular.


Fin.

Escrito por Alguien y Ninguno.




sábado, 5 de mayo de 2012

Memorias frente al café


—Me siento tan extraña. —Dijo de la nada, sin mirarme, manteniendo su vista en la taza de café frente a ella. Sus dedos acariciaban lentamente la taza en un ir y venir simultáneo, coordinado. Estaba tan ausente. Tan ella.

—¿Por qué? —inquirí frunciendo ligeramente mi entrecejo, inclinándome ligeramente hacia la mesa, tomando mi taza por el asa y dando un sorbo ligero sin apartar mi mirada de ella. Estaba tan ausente, tan bella. Tan ella.

—Por ti, por esto. —dijo sin alzar la mirada, observando el café negro y las burbujas en los bordes de la taza. —Eres tan enigmático, casi nunca hablas. Nunca sé que contarte y aún así me gusta estar contigo porque no hablas mucho, pero eres un oyente magnífico. Y aún así, cuando finalmente dices algo, tus palabras son tan perfectas, como si estuviesen cuidadosamente elegidas. Y no sé, me estoy cansando un poco de eso. Ya no sé ni de qué hablarte, no sé que tenemos en común. —dijo, y su voz tenía un tono suave, como resignado, con rastros de desesperación aquí y allá. —Me gusta como estamos siempre, no pienses mal. Pero digo que a veces sería grato oírte un poco más. ¿De qué puedo hablarte para eso?

Sonreí ligeramente, curvando mis comisuras en una pequeña sonrisa. La situación se veía complicada, pero la respuesta era sencilla. Sí, yo era solitario, retraído, callado y todo lo que quieras, pero eso no se podía cambiar, yo era Alguien a fin de cuentas.

—A mí no me hablas de física, matemáticas o ciencias. A mí no me hables de esas series dramáticas para pre-adolescentes como Glee y esas cosas. A mí háblame de tu vida, de tu pasado, de tus gustos y disgustos. A mí háblame de la temática del amor, de literatura y poesía, de cuentos, de todo y de nada. A mí háblame de ti y de mí, háblame de un nosotros.

Ella se dedicó a sonreír, casi aliviada por mi respuesta.

—Y bueno... —dije en un suspiro, alzando ligeramente mis cejas. —Suficiente de mí, cuéntame de ti.

Y nada, que así es Alguien.


- Alguien en algún lugar.