Ella:
Cuando entré a la habitación él se encontraba en el rincón más oscuro. Ya estaba acostumbrada a encontrarlo ensimismado, atrapado en su melancolía y no se fijara en mí. Tampoco es que me importara demasiado; estaba acostumbrada a ser la segunda en todo. Ser segundo es mejor que ser tercero, o cuarto, o ni si quiera ser de importancia. Me quité los tacónes y los dejé junto a la puerta. Me gustaba imaginarme siendo una bailarina con mucha clase y danzar por la alfombra practicando los pocos pasos de danza que recordaba, pero hoy sería la excepción a la regla. Cuando él se ensimismaba prefería estar lejos, distante, ausente. Cerré la puerta con cuidado de no hacer ruido y avancé hasta dejarme caer en la butaca de la entrada. Mis ojos se acostumbraron poco a poco a la luz mortecina y rebusqué en mi bolso con una mano para sacar un cigarrillo mientras con la otra intentaba bajar la cremayera de la falda que me apretaba la circulación.
No, no estaba de humor para reproches de su parte ni para ser cuidadosa con sus sentimientos. Lo evitaba tanto como él me evitaba a mí y me tragué la hiel antes de saludarlo con un escueto "Buenas tardes" No, no le perdonaría haberme despreciado aquella mañana. No le perdonaría anteponerlas a "ellas" a mí. No le perdonaría no haber cambiado en nombre del amor que sentía por él. A veces me preguntaba cuan enfermos estábamos ambos; Él para sentir gozo al asesinarlas y yo para aguantar la situación y amarlo ante todo, porque si de algo estaba segura en mi vida era de amarlo. Muchas veces envidié la veneración que sentía por todas ellas y deseé ser una más de aquellas mujeres que acababan en sus brazos. No es que no creyera que sería mi fin. Estaba tan consciente que mi vida acabría en sus brazos que, incluso, lo deseaba.
Sentía morbosa curiosidad por el dolor, el placer y sobretodo por el brillo de sus ojos. Llevé el cigarrilo hasta mi boca color cardenal y aspiré el humo a ojos cerrados y sintiéndo una conexión casi religiosa con el objeto entre mis labios. Exhalé el humo como queriendo exhalarlo a él, mi veneno personal. Mi salvador y mi verdugo ¿Dónde habían quedado mis valores? Me pregunté en voz baja mientras recordaba que el amor puede transformarlo todo.
Alguien:
Una noche más, una noche menos. Una vida más, una vida menos. Una mujer más, una mujer menos. Todo se reducía a nada, ironías de la vida. Aquellas mujeres, todas ellas me habían dado algo que yo jamás podría retribuirles y no hablaba solamente de la falacia del amor, sino de aquel regalo de inmensa gratitud. Me habían regalado sus besos, sus cuerpos, me habían regalado sus orgasmos... y yo había tomado como un regalo sus vidas. Una mujer más, una mujer menos.
Cloroformo, compañero de aventuras, dador de amantes. Oh, cloroformo, amigo inseparable.
No sabía cuanto tiempo llevaba en la esquina de mi lúgubre habitación, vagamente iluminada por la luz mortecina de la bombilla. Me hallaba cerca de la ventana, mirando hacia la calle iluminada por una que otra tintineante farola, pensando en aquella mujer que horas antes había sido mía, mi amante. Y pronto llegó ella.
Entró en la habitación en silencio y le noté por el rabillo del ojo, pero me mantuve ensimismado en mis recuerdos, reviviendo una y otra vez los besos, caricias, gemidos y gritos de aquella fémina que me obsequiase su todo, y giraba su identificación entre mis dedos. Necesitaba preservar lo más posible esa sensación. Y no es que no la amase a ella, la amaba con todo lo que podía amarla. Pero simplemente no podía quedarme y conformarme con ella, necesitaba más, necesitaba de ellas. Todas llegan a mis brazos y terminan tres metros bajo tierra.
Ella me saludó con un escueto "buenas noches" que me hizo salir de mi ensimismamiento. La odié por ello, maldita fuese ella por hacerme olvidar el sentimiento de satisfacción que recibiese minutos atrás. Maldita sea ella por no amarme, por no mostrarme cariño o interés. Maldita ella por hacerme amarla. Maldita ella por ser tan cortante. Maldito yo por amarla a ella. Y es que nuestra relación era algo enfermo, quizás morboso. Ella sabía todo sobre las otras y parecía no importarle, quizás yo tampoco le importase y fuese sólo otro loco en su vida. Pero no soy loco, soy diferente.
—Buenas noches. —respondí en un leve asentimiento, ocultando la molestia que me había causado. "¿Cuál buenas noches, maldita?" quería gritarle. Ganas no me faltaban de levantarle y abofetearla, ¿qué forma era esa de saludarme a mí? Pero me contuve. Me contuve por ese breve lapso, ¿era morboso e incorrecto que me excitara aquello?
Ella:
Alcé la barbilla en respuesta a la frialdad de su voz y deseé ser lo suficientemente fuerte para atravesar la habitación en una zancada para tomar su rostro y, mirándolo a los ojos, recordarle con las caricias de mi lengua sobre la suya de fuego que podía ser una amante mejor que las mujeres a las que le gustaba tocar. Mujerzuelas; sin mundo ni experiencia que por el sólo hecho de existir me parecían mujerzuelas. Demostrarle que mi piel era suave, cálida, dulce como la miel. Era virgen de todo salvo de él, ¿es que a caso no le significaba nada? Pero, por mucho que deseara encararlo de una vez no lo hice. No me atrevía a encararlo porque la fragilidad de mi alma me impedía dañarle. Prefería ser abofeteada por el desdén que herida por mi inocencia.
¡Maldita hora en que mis labios se habían topado con los suyos!Pasé saliva con dificultad y continué con mi tarea de quitarme los accesorios que estorbaban entre nosotros. Entrecerré los ojos y le deseé los peores horrores del mundo mientras las medias descendían por la pálida y tersa piel de mis piernas ¿Qué podría hacer con este amor que me encendía como no lo había hecho nada en mi vida de señorita? Y odié con cada fibra de mi cuerpo a ese hombre que no se dignaba a mirarme mientras me desvestía para él.
Solté un gemido intentando llamar su atención fingiendo que las medias se me habían enredado en las piernas y estaba a punto de caer. Debía castigarlo por la falta de amor y sería a su manera. Conocía su debilidad y me vengaría de él por haber destruido mi vida; Mi inocencia lo volvía loco en otros tiempos y ahora poco quedaba de ella, pero la suficiente como para aprender a usarla a mi favor. En días como esos yo era intocable para él y lo sabía. Caminé a medio desnudar mientras me soltaba el moño que me atoraba los pensamientos para dejarme caer con gracia de gacela sobre su cama y me recosté sobre sus almohadones de pluma con los labios entreabiertos. Siempre había estado consciente de mi belleza pero sólo ahora podía utilizarla. Esta noche no habría amor, sólo anhelo.
—¿Podrías ayudarme con el sujetador? —Pregunté con fingida inocencia mientras respiraba entrecortado y lo observaba con malicia. Lo haría pagar en carne, sí, su desprecio.
Alguien:
Volví a hundirme en mis pensamientos, esas noches mis pensamientos siempre estaban en el pasado de horas atrás, mis pensamientos eran para mis amantes. Era casi como un ritual silencioso de mi parte, así les mostraba el cariño que no pude darles en vida. Así que ella no existía, después ambos nos distansiábamos y terminábamos en lo que parecía una ruptura inminente, pero todo parecía arreglarse frente a una taza de café, con un cigarrillo en mano y Benedetti, Neruda, Borges, Sabines o Cortázar al aire; todo parecía a estar bien y se volvía a desmoronar, parecía un designio divino, un círculo vicioso bastante morboso entre nosotros. Ah, pero le amaba. Tenía sus momentos, pero la amaba. A veces la aborrecía, y a veces la amaba.
Volvió a sacarme de mis pensamientos con aquel gemido que había soltado en el sofá, algo bastante inoportuno y sin sentido. ¿Realmente esperaba que yo cayera en ese juego de niños? No, para nada.
Mis dedos extrajeron un cigarillo de la cajetilla que reposaba entre mis muslos, lo encendí en silencio y expulsé una bocanada de humo, recordando los sentimientos encontrados de horas atrás. Y ahí venía ella, a destrozarlo todo.
Mi mirada siguió su cuerpo casi desnudo hasta la cama a la cual se dejó caer con gracia y se recostó con los labios entreabiertos, buscando llamar mi atención. La maldecía. La maldecía porque la inocencia en ella se había esfumado, yo se la había arrebatado por completo. Y ahora parecía querer bajar a ser una de ellas, una amante más. Una vida que escurre entre mis manos, que me pertenece por poco tiempo y luego se marcha, y se olvidan.
Y ya no me quedaba de otra. Su posición, su voz, su respiración entrecortada y ese brillo en sus ojos. Sí, el brillo en sus ojos. Me tentaban su carnes, ese cuerpo que parecía flor en plena primavera. Ay de ella y ay de mí.
Avancé a la cama de forma lenta, como si no tuviese voluntad y deshice el sujetador con dos de mis dedos, mientras aspiraba un poco del cigarro y dejaba que el humo se filtrara entre mis labios. ¿Quería acaso ser una más de ellas? Podría hacerlo. Pero ay de ella.
Deseaba abofetearla por arruinarme la noche, por sacarme de mi ensimismamiento. Deseaba gritarle lo zorra que era por tratar de seducirme de esa forma. Deseaba darle el amor que tanto merecía y parecía no poder darle. Y la deseaba. Pero no podía porque ella era una flor viva, y yo era un viento abrasador, y mi corbata no combinaba esa noche.
— Es una hermosa noche.
Ella:
No respondí de inmediato, sólo me limité a sonreír con cierta satisfacción al saberme ganadora de este duelo, más no de la batalla, y regocijarme en su miseria. Él me quería, él no me tenía. Él me deseaba, yo le deseaba, yo me escabullía y así continuamos danzando entre las sábanas de seda que se interponían entre nosotros; acariciándonos con "amor" hasta acabar lo que juntos habíamos comenzado hacía un par de años. El último encuentro que tendríamos en aquella cama de sudor y lágrimas. Sí, lo había disfrutado como sólo una mujer forjada a fuego podía hacerlo pero ahora necesitaba mucho más que placer pasajero. yo quería ser la única mujer en la vida de alguien, no algo con lo que tuviera que conformarse. Quería ser el complemento…
Tendida sobre la cama, desnuda y sólo cubierta por el sudor que perlaba mi cuerpo me prometí a mí misma acabar con lo que ya estaba acabado. Sería la última vez que me tocara, que me saboreara de esa manera que sólo él sabía hacerlo. Me mantuve inmóvil y serena con los ojos abiertos humedecidos por la derrota. Mi vida, mi cuerpo y mi alma las había consagrado al hombre que daba la espalda otra vez sentado desde la butaca ¿Cuántas noches había deseado dormirme sobre su pecho? Sentir sus manos acariciando mi cabello o besando mi sien. De pronto la claridad iluminó mi -hasta ese entonces- nublada razón: Yo sólo era otro de sus juguetes. El más caro, por supuesto, el menos apetecible y menos valioso. Él no valoraba la vida, sólo valoraba la muerte. No tuve fuerzas para vestirme y recoger la poca dignidad que me quedaba y estaba repartida por la habitación junto a mis ropas, para huir de ese monstruo al que había permitido invadirme en la intimidad. Sólo me quedé ahí, tendida sobre la cama, desnuda y sólo cubierta por el sudor que bañaba mi cuerpo, y me prometí a mí misma acabar con lo que ya estaba acabado cuando aclarara.
Alguien:
Así fue como inició aquella batalla bajo las sábanas. La última, y ambos lo sabíamos. Toda esa hora fue gemidos, sudor y lágrimas. Lágrimas de ella y silencio mío. Y terminó tan pronto como empezó. Ella yacía ahora bajo las sábanas, su cuerpo desnudo perlado por el sudor estaba expuesto en varias áreas llamativas, las cuales incitarían a cualquiera a pecar, a caer en su dulce tentación. Y no importaba cuantas veces le tomara, cuantas veces mi cuerpo se amoldara entre sus piernas, yo sabía que ella jamás podría ser mía. ¿O podría? Quizás podría, podría hacerla mía.
Toda aquella charla personal transcurría mientras la observaba recostada en la cama, dándome la espalda. Dormida quizás, no estaba seguro. Ella lo era todo, y no era nada, qué complicada era nuestra relación. Bajé la vista al suelo unos instantes mientras meditaba la encrucijada donde nos hallábamos, ¿cuánto tiempo estaríamos así? ¿Meses? ¿Años? Ambos sabíamos que era un callejón sin salida desde el principio, y ahí seguíamos en las mismas redes una y otra vez, sin tregua alguna.
Ella era tan hermosa. Tan perfecta. Tan única y tan lejos de mi alcance. Sin importar que tantas veces la hubiese hecho mía, parecía no ser del todo mía. Y por eso la maldecía, porque no era mía como tantas otras lo han sido, y no podía soportar el hecho de marcharme de su vida a sabiendas que otro podría ocupar mi lugar, y ella fuese realmente suyo. Maldeciría mil veces al bastardo que tomase mi lugar. Pero no podía permitirlo.
— Ay de ti. —me lamenté por ella en voz alta. Tan dulce y frágil, tan grácil y perfecta, tan pura e inocente y no tenía aquello que merecía. Ni siquiera yo podía darle el amor que se merece. Y la vida era cruel pues el tiempo tarde o temprano llevaría a esa hermosa flor al otoño, se marchitaría y moriría. Y de tan solo pensar en sus carnes flácidas, las arrugas y los estragos que la vejez harían sobre ella me hicieron sentir un asco y repulsión por la vida, el tiempo y por mis propios huesos. Ella debía ser inmortalizada.
Avancé en la cama en silencio y le giré sobre la cama para acostarla boca-arriba. Mis piernas se centraron en sus costados y la observé mantener sus ojos cerrados, quizás fingiendo su sueño, pero no importaba. Pronto esa hermosa flor dormiría. Observé esas lágrimas sobre sus ojos, lágrimas por y para mí. Mis manos se deslizaron por esa suave piel perlada en el sudor de nuestro morboso amor, de nuestro morboso deseo el uno por el otro y se tensaron al llegar a su cuello.
— Shhhh... —musité apretando con fuerza su cuello. Mis dedos índice y corazón se cerraron sobre los músculos esternocleidomastoideos, mis pulgares apretaban sobre los tiroides y poco a poco subieron hasta el hueso hioides. Sus manos se colocaron sobre las mías mientras mis dedos se hundían y yo la miraba a los ojos. Podía ver su rostro amoratándose poco a poco ante la falta de aire, y las marcas de mis dedos pronto dejarían surcos sobre su cuello, nada que no pudiese arreglar luego.
Su mirada denotaba desconcierto y la resistencia que oponía era casi nula, como si de cierta forma se lo estuviese esperando, ¿era eso?—Tranquila... —susurré curvando mis labios en una ligera sonrisa, clavando mi mirada en los ojos para ver ese momento mágico que había visto en todas, cuando la vida se les escapaba en la mirada. —Haz sido la mejor de todas. —agregué mientras poco a poco su resistencia bajaba y el cuerpo de ella quedaba inerte en la cama, con una expresión ida y pronto su cuerpo dejó de moverse, y sus ojos fueron cubiertos por un manto cristalino.
La solté, y me quedé sentado sobre su abdomen. Le había mentido. Pero las mentiras no son buenas ni malas, simplemente son necesarias. Y esto había sido también necesario.
—Ay, amor, algún día lo entenderás... —musité alzando la vista al respaldo de la cama. —Ahora tú no entiendes pero tenía que hacerlo, ¿sabes? Tarde o temprano tu envejecerías y tu inocencia, y tu belleza, estarían perdidas. Pero no ahora, amor, porque ahora... eres eterna.
Y ahora ella yace en la cama. Su cuerpo desnudo y revelado ante mi vista. Yace con sus ojos abiertos los cuales he cerrado
Y ahora eres ternamente mía, junto con todas las otras que he admirado. Eternamente mías.
- Alguien en algún lugar.
lunes, 30 de abril de 2012
domingo, 29 de abril de 2012
Veritatis.
La verdad se defiende por sí misma. No necesita ayuda o mentiras y nunca las necesitará. La autonomía de su pureza trasciende en lo falaz de su traje, misma vestimenta hecha e impuesta sobre esta por los que tienen poder sobre la verdad. Autónoma como incomprendida, sabia y sublime. No le importa ser benévola ni le importa a quien destruya.
- Alguien en algún lugar.
- Alguien en algún lugar.
Como asesinar a alguien sin ser detectado.
Tips de Alguien:
1.- Use guantes en todo momento.
2.- Oculte su cabello bajo una gorra similar a las usadas por los médicos en las operaciones.
3.- Los médicos también suelen cubrir sus zapatillas con algo similar a dichas gorras, consigue un par también.
Con eso, ya elimina su presencia de la escena del crimen. Ahora, si quiere matar a alguien es preferible que sea un desconocido porque así no entra en la lista de sospechosos, y si sus víctimas no tienen relación una con la otra, aún mejor. Sede a la víctima con cloroformo y secuéstrela en su propio auto para que no lo denuncien de robado, llévelo lejos de la ciudad a un sitio donde no sea fácil hallarles. Haga lo que tenga qué hacer con él y luego lo mata.
Después de la muerte tiene varias opciones disponibles:
a) Puede mutilar el cuerpo en secciones e ir a unas vías del tren -previamente localizadas, favor de revisar los horarios de pasajes de los trenes a tiempo, debe estar todo minuciosamente planeado- y después de que el tren pase, acueste el cadáver en las vías con cuidado sobre los rieles para que parezca que murió aplastado en un accidente o suicidio.
b) Puede cortar el cuerpo y separar lo comestible de lo que no lo es, ¡incluso con eso puede hacer una carne asada e invitar a amigos y familiares! El resto lo quema y lo entierra en un hueco en el jardín, y planta un árbol sobre este para que no sea tan sospechoso ni se le hagan preguntas.
c) Derrita en ácido todo lo que haya usado en el crimen, junto con identificaciones, vestido y todo lo sobrante de la víctima (puede incluso poner el cadáver ahí).
d) Envénenelo con arsénico. Es un veneno muy fuerte que cuando se hace la autopsia, no se haya en su interior. Después de la muerte se encuentra entre las uñas y los folículos del cabello pero no se revisan estos casi nunca así que pasa como muerte natural.
¿Dudas?
PD: Se pueden mezclar las ideas.
- Alguien en algún lugar.
miércoles, 25 de abril de 2012
El escritor.
La pluma temblaba en mis manos, queriendo echarse a volar sobre las hojas para plasmar historias, ideas, pensamientos y un sinfín de emociones que parecían deseosas de materializarse. Pero simplemente nada salía, mi mano estaba inerte, como si no tuviese vida y mi mente estaba en blanco. Mis ojos estaban cansados y mi espalda acalambrada de tantas horas de estar sentado en aquella lúgubre habitación, a la luz de una lámpara que iluminaba de forma tenue y parpadeante a momentos.
La estancia estaba en la más profunda oscuridad salvo por la luz de la llama que parecía danzar sobre la vela. El lugar sólo era adornado por un viejo librero vacío lleno de polvo que se fue acumulando por los años y aquel viejo escritorio en la esquina de la habitación donde me encontraba.
Solía encerrarme ahí desde hace unos días, meses quizás. Desde que ella me había abandonado. Este era mi refugio, el lugar donde no existían problemas salvo yo, en la compañía de las palabras, de mis versos. Pero desde hace seis meses, desde que ella se marchó, jamás volví a escribir. ¿Cómo podría escribir cuando mi musa había salido de mi vida?
El tiempo parecía no existir en la soledad de la habitación, todo estaba detenido y el momento era uno, era eterno. Y así fue como lo concebí, escribiría -o más bien, describiría- a la mujer perfecta, pero perfecta para mí.
La pluma se posó nuevamente sobre las hojas y tenía una extraña sensación sobre mi espalda, excitación quizás. ¿Cómo debía ser esa mujer perfecta? Lo sabía, lo sabía. No debía ser como ella.
Debe tener boca y lengua para hablarme, para besarme, para disfrutar. Para llenarme de "te amos" sinceros.
Debe tener brazos para rodear mi torso, para sostenerme y no demarme caer ni que yo caiga.
Debe tener manos para acariciar mi rostro, mi cuerpo; para sostener mis manos y entrelazar nuestros dedos.
Debe tener ojos para verme a mí y sólo a mí.
Y un cuerpo que yo pueda tocar, sentir, degustar, un cuerpo esbelto que pueda ser mío, de nadie más.
De piel clara como la nieve y de cabello oscuro como la noche.
La pluma se escurre entre mis dedos. Mujer perfecta, mujer mía, mujer de nadie. Eres palabras en un escrito pero existes. Vives por mí.
Existes porque te pienso, y vienes si te nombro, y desapareces si te olvido.
- Alguien en algún lugar.
sábado, 21 de abril de 2012
Nota #8
Estoy sentado en la misma mesa donde nos solíamos ver y tú estás conmigo. Tú eres la silla sola, ventana entrecerrada, hot cackes con dulce de manzana, eres la soledad que me acompaña y no me puedo quejar, porque sea como sea no estoy solo, se siente fría tu ausencia en la mesa, tal vez deba de cerrar la ventana.
Me han servido el chocomilk que siempre pedimos, ese que a veces no nos acabamos por tanto platicar; pero te repito, me senté en la misma mesa donde nos solíamos ver y al no ver tu presencia me dio frío.
- Yafté Gómez.
Lejos
No te puedes alejar, no puedes salir de mi vida aún. Hay tantas cosas que no he dicho ni hecho, y debo hacerlas.
Tengo que escucharte.
Tengo que hablarte.
Tengo que palparte.
Tengo que mirarte.
Tengo que sentirte.
Tengo que probarte.
Sencillamente tengo que tenerte.
- Alguien en algún lugar.
Tengo que escucharte.
Tengo que hablarte.
Tengo que palparte.
Tengo que mirarte.
Tengo que sentirte.
Tengo que probarte.
Sencillamente tengo que tenerte.
- Alguien en algún lugar.
viernes, 20 de abril de 2012
Cannibal Song.
Siempre he pensado que la vida es demasiado sencilla para preocuparse por miedos o tonterías. La gente vive y muere a cada momento, ¿y qué gana con preocuparse? Acortar su tiempo, arruinar sus vidas y no disfrutar el poco tiempo que tienen con ella. Pero igual no sé porqué estoy pensando en esto. Siempre me pasa cuando estoy frente a un cádaver, como ahora.
El cuerpo que acababa de llegar era de una mujer de piel clara, la cual ya había tomado los tonos pálidos y su piel estaba ligeramente fría. La habían asesinado a puñaladas en su abdomen y ahora la tenía frente a mí, a punto de empezar con la necropsia de ley. Siempre que tengo un cadáver en frente termino pensando en esto e imaginándome sus vidas, ¿qué podía ser ella?
Y me imagino la vida que pudo haber llevado. A juzgar por sus rasgos no debía tener más de 20 años, su cabello oscuro y esos labios carnosos me gustaban, era una lástima que muriese tan joven. Quizás era abogada o secretaria, me gustan las secretarias, siempre he tenido un fetiche con ellas, y más si son bastante serviciales. Como en esas películas porno donde las secretarias son inocentes, serviciales y hacen lo que se les dice. Entonces me río al recordar aquella frase de Israel Landeros: "Secretarias que están demasiado ricas o ricas que están demasiado secretarias". No puedo estar más de acuerdo con eso.
Marcelo me golpea el hombro cuando ve el morbo con el que miro el cadáver, no puedo evitarlo, era hermosa. Me gustaría más si no tuviera esas cuchilladas en el vientre. A él no parece molestarle mucho la forma en que le miro, supongo que está acostumbrado porque más de una vez me ha sorprendido tocando el cadáver de alguna mujer; no es tan a menudo porque a diario nos llegan ancianos o niños pequeños, e intentar o sentir algo por ellos es algo enfermo. Digo, ¿quién puede estar tan enfermo como para manosear el cadáver de un anciano o niño? ...Gente de estos días, me cae.
—Te apuesto a que era una secretaria. —dije en voz baja mirando a Marcelo por el rabillo del ojo, curvando mi comisura izquierda en una pequeña sonrisa. Él se dedica a escuchar mientras prepara los instrumentos cerca de la mesa y el cadáver.
—Siempre son secretarias. —responde con aire cansado, como si estuviese harto o resignado, como si fuese la cosa más predecible.
Y yo me enojo porque tiene pinta de secretaria y eso me excita, pero Marcelo nunca entiende porque es un pendejo, frígido y vaya yo a saber qué tantas cosas más.
Me pongo los guantes en silencio y el cubrebocas antes de empezar. Veo a Marcelo de reojo mientras se aleja para buscar la cámara y el marcador de indicios que vamos encontrando. Yo aprovecho para mirar de nuevo a la chica e imagino que es mi secretaria. Y mi mano izquierda se desliza lentamente hasta su seno izquierdo, estrujándolo ligeramente con las puntas de mis dedos, sintiendo el roce de su pezón contra la palma de mi mano. Está reseco. Pienso que debería humedecerlo un poco pero Marcelo entra en la sala y frunce el ceño al verme. No quiero iniciar una discusión así que me dispongo a controlarme.
—¿Puedes dejar de hacer eso y comportarte?
—Ya, ya, ya. Deja de estar mamando y trae la cámara.
Comenzamos observando el cadáver buscando indicios o marcas de nacimiento para que los familiares puedan identificarlo -tarea que me costó trabajo, la chica tenía cuerpo tremendo y era difícil no querer tocarlo. Ustedes saben como es eso, ¿no?-. Marcelo va escribiendo todo y tomando fotos de cicatrices y lunares. Yo tomo fotos de la lividez cadáverica que ya está en la espalda del cadáver, suponía que debía llevar entre 8 y 10 horas muerta, ya que estas manchas no se movían.
Sé que no puedo tocarla y eso me disgusta, así que empezamos ahora con mi segunda pasión: Autopsias. La gente siempre se asqueó al saber mis gustos, vaya yo a saber qué les daba tanto asco. Para mí, un cadáver tiene una belleza y una dignidad que ningún cuerpo con vida puede alcanzar jamás. Hay una calma en la muerte que me tranquiliza.
Marcelo me alcanza el bisturí y lo presiono ligeramente sobre su pecho para comenzar a abrirla, es una lástima porque es muy bonita. Y parece una secretaria. Como en esas películas porno donde las secretarias son inocentes, serviciales y hacen lo que se les dice. Honestamente no sé que pensar, no sé si hay secretarias que están demasiado ricas o ricas que están demasiado secretarias.
—¿Qué estás esperando?
—Nada.
—¿Puedes apurarte? Tengo hambre.
—¿Me pasas mis audifonos?
—¿Para qué? Termina la necropsia y ya.
—Es que... Te vas a burlar pero todo es mejor cuando hay un soundtrack en el momento, y tengo el perfecto para este.
Marcelo rueda los ojos y me alcanza mi celular y audifonos bufando. Sólo me dedico a sonreír y observar el cadáver mientras busco poco a poco la canción adecuada: Cannibal Song, de Ministry.
Es como dice Israel Landeros en su libro Bonito Cliché, su cuento de "Soundtracks". Hay momentos que necesitan un soundtrack en la vida. Quizás yo sea bastante raro o simplemente soy bastante especial. La chica ya no me atrae en un sentido sexual cuando se trata de mi psicopatía, por eso Marcelo me entiende, creo.
Conforme la canción se reproduce siento que todo a mi alrededor desaparece. Ahora sólo somos ella, el bisturí y yo. Y me siento como un psicópata y ella es mi víctima y mi musa, y plasmaré en ella el cariño que no pude darle en vida. Sólo ella, el bisturí y yo. Quzias por eso elegí este empleo, no estoy seguro.
Y sin más, me dispongo a comenzar.
"Dehumanize. Lobotomize. Thrown into a cell, swallow your pride in an infant mind".
http://www.youtube.com/watch?v=7-mYjpNsPPA
- Alguien en algún lugar.
martes, 17 de abril de 2012
El césped
Hoy en la tarde platicando con el césped me contó lo difícil que es ser césped; lo difícil que es que te pisoteen y aún así crecer fuerte y verde; lo fácil que es existir en la tierra, desde abajo, ser el obrero en las plantas; ya saben, el que hace el trabajo sucio para que las gardenias y los jazmines se luzcan, pero de todo esto le pregunté al césped que lo motivaba a seguir siendo césped.
Él me contestó que no tenía otra opción, pero que aún así él era feliz, porque si e´l quería secarse y arruinar el jardín lo podía hacer cuando quisiera. Él sabe que su trabajo es indispensable y eso es lo que hace que sienta orgullo. Sabe que sin él, el jardín no sería jardín, y las flores no serían más que vegetación colorida y coqueta en un fondo café arena, con olores mezclados a tierra mojada, gardenias frescas, jazmines floreando, rosas hostigando las narices del que se llamaría jardinero sin césped.
Recordaré toda la vida esta plática con el césped, aquel obrero olvidado de color verde, quemado por el sol y apunto de secarse, pues no es regado con aguas de esperanza frecuentemente.
- Yafté Gómez.
Él me contestó que no tenía otra opción, pero que aún así él era feliz, porque si e´l quería secarse y arruinar el jardín lo podía hacer cuando quisiera. Él sabe que su trabajo es indispensable y eso es lo que hace que sienta orgullo. Sabe que sin él, el jardín no sería jardín, y las flores no serían más que vegetación colorida y coqueta en un fondo café arena, con olores mezclados a tierra mojada, gardenias frescas, jazmines floreando, rosas hostigando las narices del que se llamaría jardinero sin césped.
Recordaré toda la vida esta plática con el césped, aquel obrero olvidado de color verde, quemado por el sol y apunto de secarse, pues no es regado con aguas de esperanza frecuentemente.
- Yafté Gómez.
domingo, 15 de abril de 2012
Tengo hambre de ti.
Tengo hambre de ti.
Siempre que te observo,
siempre que te sueño.
Siempre que te escucho, hablo y acaricio.
Siempre que te escribo,
siempre que te respiro.
Siempre tengo hambre de ti.
- Alguien en algún lugar.
Siempre que te observo,
siempre que te sueño.
Siempre que te escucho, hablo y acaricio.
Siempre que te escribo,
siempre que te respiro.
Siempre tengo hambre de ti.
- Alguien en algún lugar.
Yo quiero
Yo quiero ser tu primero en todo.
Quiero ser el primer hombre que beses, el primer hombre en el que te fijes. Quiero ser el primer hombre al que ames, el primero al que le leas tu poesía y tus historias. El primero en cosas sencillas y complejas; desde invitarte una taza de café hasta escuchar tus problemas. Quiero ser el primero en todo.
Quiero ser el primero al que le digas un "te amo" sincero, el primero en tu cama, el primero con el que salgas en tu vida. Pero sé que no soy el primero... Así que me conformo con pensar que es así, y con ser el último.
Quiero ser el último en todo.
-Alguien en algún lugar.
Quiero ser el primer hombre que beses, el primer hombre en el que te fijes. Quiero ser el primer hombre al que ames, el primero al que le leas tu poesía y tus historias. El primero en cosas sencillas y complejas; desde invitarte una taza de café hasta escuchar tus problemas. Quiero ser el primero en todo.
Quiero ser el primero al que le digas un "te amo" sincero, el primero en tu cama, el primero con el que salgas en tu vida. Pero sé que no soy el primero... Así que me conformo con pensar que es así, y con ser el último.
Quiero ser el último en todo.
-Alguien en algún lugar.
Un mensaje de vida para la vida
Y pensar que la vida se nos va por lo general en preocupaciones; una de tantas es el miedo que le tenemos en sí a la vida misma o al fin de ésta. Sería simpático que nuestras preocupaciones se fueran por la puerta mas ancha que tengan por cruzar para nunca mas volver, ¿no es así?
Pero, ¿cuál es el gran temor que nos invade? Aunque no lo asumimos ni mucho menos asimilamos: El fin de la vida. Pero, ¿qué es la vida? ¿quién no se ha hecho esta pregunta? ¿o cuál es el sentido real de una vida? Las respuestas las iremos viendo mas adelante.
Vamos a un caso de agobiación inconsciente, inadvertida y colectiva:
Nos cuidamos por la preocupación que tenemos de morir -sin siquiera planteárnoslo- o sufrir antes de un inesperado y despreciado deceso; nos alimentamos por la preocupación -o el miedo- de no gozar de una buena salud que nos permita seguir viviendo; nos interctúamos por la preocupación y el miedo de vernos muertos y solitarios; nos acostamos -inconscientemente pensando- asumiendo que por cada día que pasa, somos mas viejos -pero nadie se plantea que es un día mas sabio- con la preocupación de que puede ser nuestra última noche y cuando nos despertamos al día siguiente y nos damos cuenta de que aún estamos vivos, nos preocupamos porque dormimos mal, y he ahí la reiteración de nuestros inadvertidos temores, que de sólo tomarlos en cuenta, se nos pondría gélida la carne hasta el mas profundo de los suspiros del alma.
¿Fe? ¿para qué? ¿por qué? Y después de las respuestas que nosotros mismos nos damos, nos encontramos sumidos en el temor de que en otras vidas mas allá de nuestra existencia en carne, no haya nadie que nos reciba en su regazo y nos acoja con alegría y redención por haber superado la barrera entre la vida y nuestra "nueva vida" porque muerte es una palabra muy fea, ¿o no?
Pero volvamos a plantearnos: ¿Qué es la vida? Para algunos es la existencia, para otros es algo mas profundo, como por ejemplo: La unión de varios componentes que conforman un ser destinado a ser sabio al final de sus días (algo rara esta respuesta, ¿no?). Pero en fin, para mí, la vida es una suceción de momentos que componen a un ser destinado a solo dejar de vivir, independiente de qué sea: Persona, animal u objeto. Todo tiene un fin.
¿Cuál es el sentido real de una vida? Es curiosa esta pregunta, ¿por qué? Porque para responderla, tendría que dejar el espacio en blanco. ¿Cómo se da esto? Si bien es cierto que tenemos ideales que puedan otorgarle algo de "sentido" a nuestras vidas, no es menos cierto que solamente tratamos de hacer un poco mas honrosa nuestra muerte y hacer un poco mas latente nustra huella póstuma a nuestra partida. Ahora bien, veamos -dijo el ciego-: ¿Cuál es el sentido real de una vida? NINGUNO, pero es hermoso, divertido y hasta urgentedarle algo de humor, pasión, idealismos, etc. ¿Y por qué no tiene sentido? Porque en síntesis, nuestra vida se reduce a solo una estrofa dentro de una existencia colectiva, la cual debe acabar; ¿más fácil? TODO MORIMOS.
Preocupaciones. ¿Para qué? Angustias. ¿Para qué? Miedo. ¿Para qué? Es muy cierto que las preocupaciones, las angustias y el miedo nos ayudan a sobrevivir, pero pareciera ser que no nos interesa vivir, porque estamos cada vez mas pendientes de sobrevivir, preocupándodnos por todo, angustiándonos por nada y peor aún: TENIENDO MIEDO.
¿Solución? Muy fácil, la ignorancia es la clave que sugiere esta vida para la vida -no confundir con la estupidez-. ¿Ignorar qué? Los tres factores ya mencionados son los que han de hacer nuestra existencia en algo miserable; ¿nos merecemos esto? Si quieres te lo mereces, pero no me tomes dentro de tus ideales; para mí, yo no me merezco estar mal o ser alguien miserable; soy perfecto a mi manera y me adoro como tal, pero miedo no le tengo a la muerte, ya que asumí como algunos cuántos, que la muerte es la prolongación de mi vida mas allá de mi carne y lo tangible que haya en mí.
La salvación de una mente enferma y que sufre por todo lo anteriormente mencionado, son sólo dos frases: La primera la conocí cuando era aún un niño: ¡HAKUNA MATATA! (No te angusties) y la segunda la aprendí con los años: CARPE DIEM (Aprrovecha el día).. ¿No ven qué fácil es vivir a concho y bien? Disfruten el momento, aprovecha lo que te queda de día, son mis más sinceros deseos.
Hasta siempre a todos.
- Pablo Ignacio.
Pero, ¿cuál es el gran temor que nos invade? Aunque no lo asumimos ni mucho menos asimilamos: El fin de la vida. Pero, ¿qué es la vida? ¿quién no se ha hecho esta pregunta? ¿o cuál es el sentido real de una vida? Las respuestas las iremos viendo mas adelante.
Vamos a un caso de agobiación inconsciente, inadvertida y colectiva:
Nos cuidamos por la preocupación que tenemos de morir -sin siquiera planteárnoslo- o sufrir antes de un inesperado y despreciado deceso; nos alimentamos por la preocupación -o el miedo- de no gozar de una buena salud que nos permita seguir viviendo; nos interctúamos por la preocupación y el miedo de vernos muertos y solitarios; nos acostamos -inconscientemente pensando- asumiendo que por cada día que pasa, somos mas viejos -pero nadie se plantea que es un día mas sabio- con la preocupación de que puede ser nuestra última noche y cuando nos despertamos al día siguiente y nos damos cuenta de que aún estamos vivos, nos preocupamos porque dormimos mal, y he ahí la reiteración de nuestros inadvertidos temores, que de sólo tomarlos en cuenta, se nos pondría gélida la carne hasta el mas profundo de los suspiros del alma.
¿Fe? ¿para qué? ¿por qué? Y después de las respuestas que nosotros mismos nos damos, nos encontramos sumidos en el temor de que en otras vidas mas allá de nuestra existencia en carne, no haya nadie que nos reciba en su regazo y nos acoja con alegría y redención por haber superado la barrera entre la vida y nuestra "nueva vida" porque muerte es una palabra muy fea, ¿o no?
Pero volvamos a plantearnos: ¿Qué es la vida? Para algunos es la existencia, para otros es algo mas profundo, como por ejemplo: La unión de varios componentes que conforman un ser destinado a ser sabio al final de sus días (algo rara esta respuesta, ¿no?). Pero en fin, para mí, la vida es una suceción de momentos que componen a un ser destinado a solo dejar de vivir, independiente de qué sea: Persona, animal u objeto. Todo tiene un fin.
¿Cuál es el sentido real de una vida? Es curiosa esta pregunta, ¿por qué? Porque para responderla, tendría que dejar el espacio en blanco. ¿Cómo se da esto? Si bien es cierto que tenemos ideales que puedan otorgarle algo de "sentido" a nuestras vidas, no es menos cierto que solamente tratamos de hacer un poco mas honrosa nuestra muerte y hacer un poco mas latente nustra huella póstuma a nuestra partida. Ahora bien, veamos -dijo el ciego-: ¿Cuál es el sentido real de una vida? NINGUNO, pero es hermoso, divertido y hasta urgentedarle algo de humor, pasión, idealismos, etc. ¿Y por qué no tiene sentido? Porque en síntesis, nuestra vida se reduce a solo una estrofa dentro de una existencia colectiva, la cual debe acabar; ¿más fácil? TODO MORIMOS.
Preocupaciones. ¿Para qué? Angustias. ¿Para qué? Miedo. ¿Para qué? Es muy cierto que las preocupaciones, las angustias y el miedo nos ayudan a sobrevivir, pero pareciera ser que no nos interesa vivir, porque estamos cada vez mas pendientes de sobrevivir, preocupándodnos por todo, angustiándonos por nada y peor aún: TENIENDO MIEDO.
¿Solución? Muy fácil, la ignorancia es la clave que sugiere esta vida para la vida -no confundir con la estupidez-. ¿Ignorar qué? Los tres factores ya mencionados son los que han de hacer nuestra existencia en algo miserable; ¿nos merecemos esto? Si quieres te lo mereces, pero no me tomes dentro de tus ideales; para mí, yo no me merezco estar mal o ser alguien miserable; soy perfecto a mi manera y me adoro como tal, pero miedo no le tengo a la muerte, ya que asumí como algunos cuántos, que la muerte es la prolongación de mi vida mas allá de mi carne y lo tangible que haya en mí.
La salvación de una mente enferma y que sufre por todo lo anteriormente mencionado, son sólo dos frases: La primera la conocí cuando era aún un niño: ¡HAKUNA MATATA! (No te angusties) y la segunda la aprendí con los años: CARPE DIEM (Aprrovecha el día).. ¿No ven qué fácil es vivir a concho y bien? Disfruten el momento, aprovecha lo que te queda de día, son mis más sinceros deseos.
Hasta siempre a todos.
- Pablo Ignacio.
viernes, 13 de abril de 2012
Para recordar el momento en que nos conocimos
Nadie se ha ido, pero alguien ha entrado. ¿No ves cómo nos sonríe la primavera? Venció a las tempestades invernales; su templado ambiente se mece en los bosques y en los prados, a todos sonríen sus ojos abiertos y el dulce trino de los pájaros es su canto. Respira exhalando perfumes y de su sangre brotan hermosísimas flores. Subyuga al mundo adornada con armas delicadas. De ella huye el invierno y las borrascas. El amor que ahora se alegra a la luz de la hermosa luna y se escondía antes en nuestros pechos, la ha atraído.
¡Vencido está el obstáculo que separa la primavera del amor!
¡Te he visto y te he presentido cuando me miraba en el agua de los arroyos! Te he esperado desde el tiempo ya perdido y en brumas. Llevé escondido y en secreto mi amor a ti. Sin conocerte, tu voz me era conocida y sonaba a música extraña y divina.
Desde ese mismo momento nos hemos visto inundados en un mutuo encantamiento; nos contamos nuestros sueños, nuestras penas y esperanzas; reconocimos que la imagen de cada uno ya vivía en nuestros corazones y que nuestras voces eran un viejo eco conocido cuyo acento nos venía desde lejos, tal vez desde otras vidas, tal vez de la niñez perdida; no lo sé, solo sé que desde que a tu lado estoy, soy el hombre mas feliz y fuerte de todos...
Te amo más que a cualquier otro amor que pueda tener desde aquí hasta mi otra vida y hasta mi próxima muerte, y desde allí hasta nuestra eternidad.
Siempre tuyo, me despido.
Besos.
- Pablo Ignacio.
¡Vencido está el obstáculo que separa la primavera del amor!
¡Te he visto y te he presentido cuando me miraba en el agua de los arroyos! Te he esperado desde el tiempo ya perdido y en brumas. Llevé escondido y en secreto mi amor a ti. Sin conocerte, tu voz me era conocida y sonaba a música extraña y divina.
Desde ese mismo momento nos hemos visto inundados en un mutuo encantamiento; nos contamos nuestros sueños, nuestras penas y esperanzas; reconocimos que la imagen de cada uno ya vivía en nuestros corazones y que nuestras voces eran un viejo eco conocido cuyo acento nos venía desde lejos, tal vez desde otras vidas, tal vez de la niñez perdida; no lo sé, solo sé que desde que a tu lado estoy, soy el hombre mas feliz y fuerte de todos...
Te amo más que a cualquier otro amor que pueda tener desde aquí hasta mi otra vida y hasta mi próxima muerte, y desde allí hasta nuestra eternidad.
Siempre tuyo, me despido.
Besos.
- Pablo Ignacio.
Brahma y Maya
La historia de Brahma y Maya empieza así, según me han contado:
En el principio de los tiempos no existía nada, todo era oscuridad; y un día, Brahma tomó conciencia de su existencia y se vio solo; al verse tan solo le dio un terror enorme de verse así e inmediatamente creó un compañero justamente igual y con las características de él, puesto que no existía otra cosa mas para tomar en referencia hizo una copia exacta de él, pero con una polaridad distinta. Al nacer este ser, le nombró Maya.
Y al verse tan desorientada, preguntó:
-¿Quién eres tú? ¿Qué hago aquí?
-Soy Brahma y yo te creé porque no quiero estar solo.
Y así permanecieron durante aeones jugando y haciéndose compañía, y empezaron a crear realidades. Un buen día, Maya le dijo a Brahma: "Creemos un Universo vasto e interminable con formas distintas de vida", y así lo hicieron. Al ver la creación hecha decidieron entrar a jugar, pero para jugar tenían que perder la divinidad y literalmente destruirse, entonces Brahma le dijo a Maya: "Párteme en millones de pedazos y hazme olvidar para entrar en millones de vidas, y así jugar a encontrarte en el centro del espacio".
Y así han jugado por toda la eternidad a encontrarse el uno al otro.
- Alguien en algún lugar.
En el principio de los tiempos no existía nada, todo era oscuridad; y un día, Brahma tomó conciencia de su existencia y se vio solo; al verse tan solo le dio un terror enorme de verse así e inmediatamente creó un compañero justamente igual y con las características de él, puesto que no existía otra cosa mas para tomar en referencia hizo una copia exacta de él, pero con una polaridad distinta. Al nacer este ser, le nombró Maya.
Y al verse tan desorientada, preguntó:
-¿Quién eres tú? ¿Qué hago aquí?
-Soy Brahma y yo te creé porque no quiero estar solo.
Y así permanecieron durante aeones jugando y haciéndose compañía, y empezaron a crear realidades. Un buen día, Maya le dijo a Brahma: "Creemos un Universo vasto e interminable con formas distintas de vida", y así lo hicieron. Al ver la creación hecha decidieron entrar a jugar, pero para jugar tenían que perder la divinidad y literalmente destruirse, entonces Brahma le dijo a Maya: "Párteme en millones de pedazos y hazme olvidar para entrar en millones de vidas, y así jugar a encontrarte en el centro del espacio".
Y así han jugado por toda la eternidad a encontrarse el uno al otro.
- Alguien en algún lugar.
miércoles, 4 de abril de 2012
Como quiere una poeta
Quiere entre rimas, sonetos, entre recursos literarios.
Esconde entre líneas un beso, un abrazo que sólo tú entiendes.
Quiere con la primera letra y ama con los puntos suspensivos al final de cada poesía.
Escribe al amanecer,
escribe al medio día,
ecribe al anochecer.
Con tinta describe cada detalle del romance;
en metáfora,
muy utópico,
en fin pero así quiere... así te quiero.
-Liliana Mayorga
Esconde entre líneas un beso, un abrazo que sólo tú entiendes.
Quiere con la primera letra y ama con los puntos suspensivos al final de cada poesía.
Escribe al amanecer,
escribe al medio día,
ecribe al anochecer.
Con tinta describe cada detalle del romance;
en metáfora,
muy utópico,
en fin pero así quiere... así te quiero.
-Liliana Mayorga
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