viernes, 3 de febrero de 2012

Héme aquí.

Y héme aquí, sentado con mi vista clavada en los blancos azulejos del suelo, escuchando el zapateo de los demás al ir y venir en aquella pequeña y reducida habitación. Mis ojos se desvían al féretro de un color gris metálicos, nuevo y reluciente. Mi mirada se centra en sus acabados de "La Última Cena" de Leonardo DaVinci, situados a lo largo del féretro mientras 4 ángeles vigilan y rezan en las esquinas del mismo.
Te habías ido, te habías marchado.

Héme aquí, sentado y llorando como un niño. Las palabras suben pero rápidamente mueren en mi garganta, son sólo un susurro que se escapa de mis labios, escapándose en el viento y perdiéndose para siempre. Entonces cierro los ojos, escapo a mi mundo y te siento... tu mano cálida sobre la mía y un apretón por parte de esta. Todo es tan real, alzo mi mirada y te observo tan radiante como nunca antes.
Y en ese momento te desvaneces... la calidez desaparece, tu apretón, tu contacto. Abro los ojos.

Y héme aquí, sentado y llorando como un niño. Sólo rodeado del gimoteo de las personas quienes lloran y murmuran oraciones en silencio por ti, el fallecido. Mi cuerpo está entrecortado, la respiración es pausada y sólo deseo escapar de la realidad, los vuelvo a cerrar... pero no te veo, frunzo el ceño, me esfuerzo por hacerte aparecer en algún punto en mi mente, sin éxito.
Te habías ido, te habías marchado.

Y héme aquí, poniéndome lentamente de pie, acercándome al féretro para verte una vez más. Mi respiración aumenta, mis manos temblorosas se sostienen del féretro y te observo una vez más. Mi mirada se desliza por tu impecable guayabera blanca, perfectamente planchada y almidonada, que llevas puesta. Después pasa a tus manos que descansan sobre tu vientre, las manos de un color blanco con combinaciones púrpuras, signo de una lenta putrefacción que se va dando, o quizás de algún último golpe que te has llevado. Mi mirada pasa nuevamente a tu rostro maquillado y sereno. Una lágrima corre por mis mejillas seguida de otra, y otra, y otra más... comienzo a temblar, mis ojos se pierden en tu rostro, tu iluminado rostro, trazan con delicadeza cada una de tus arrugas.

Y héme aquí, observándote como un crío asustado, las palabras se agolpan en mi garganta pero no hay nada más que decir, el dolor aprisiona mi pecho y lo estruja, y me lamento por todo el tiempo que pudimos pasar juntos y, por estupidez mía, no lo hicimos.

Lloro, y te observo.
Lloro, y te recuerdo.
Lloro, y te necesito.

Héme aquí, refugiado en la calidez y oscuridad de la sala horas después de nuestro último episodio.
Héme aquí, escribiéndote estas líneas que quizás queden en el olvido en un tiempo.
Héme aquí, recordándote.
Héme aquí, llorando tu pérdida.
Héme aquí, queriéndote como nunca jamás lo he hecho.

Y mañana me tendrás ahí, para dar el último adiós,
para ver tu cremación,
para estar contigo una vez más como jamás lo hice antes.
Héme aquí.

Héme aquí, sufriendo por ti en silencio.
Y mis labios se parten para decirlo una vez más, para decirlo cuantas veces sea necesario: "Te quiero".
Y ahora es tiempo de marchar, de seguir adelante pero me es imposible por ahora.
Dónde quiera que estés espero alcances la paz que tanto mereces.
Dónde quiera que estés espero que sepas que te haré sentir orgulloso.

Héme aquí, en el camino otra vez.
Héme aquí, tomando la vida de nuevo.
Héme aquí, dando la vuelta a la página.

Héme aquí... Te amo, abuelo.

Para: Ramíro Cueva Sánchez.

Requiescat In Pace.
03 de Octubre del 2011.
08:07 am.

- Alguien en algún lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario