domingo, 19 de febrero de 2012
La flor del arroz
El viento me habla, susurra tu nombre en mis oídos como si buscara romperme los tímpanos. Los días se vuelven más largos y las noches más cortas, en los días de mi invierno invertido.
Cae el atardecer con sus tonos naranjas, amarillos y agridulces, los cuales son opacos a mis ojos, un día gris a mis ojos, y mientras sus luces mueren las sombras parecen mofarse de mi desdicha; y tengo miedo. Tengo miedo. La tarde y su desfile de colores muere cuando las sombras se extienden, el cielo se abre dando paso a la oscuridad, como la boca de un lobo. La noche se expande por el cielo encapotado, y parece tramar algo contra ti y el alba, dejando al amanecer sólo como un feto de la imaginación.
Ahora la luna es mi fiel y única compañera, aquella que me escucha, ilumina y acompaña en mis solitarias noches, la que nunca me ha abandonado.
"Puedo escribir los versos más tristes esta noche", decía Neruda. No puedo estar más de acuerdo con Neruda, ni yo ni el Absolut que tintinea entre mis dedos. No quiero saber nada, ni del aire que respiramos, ni de los besos que intercambiamos, ni del néctar que bebemos, y de sentirte mejor no hablemos.
"No es que muera de amor, muero de ti", decía Sabines. ¿Muero de amor o muero de ti? ¿Muero por mí o muero por ambos?
"Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos", decía Cortázar. Sí, Cortázar, sí, porque tú lo sabes todo, ¿no? Pero mi caso es diferente: "andabas sin buscarme, sabiendo que andaba yo para encontrarte".
Aquí me tienes, sentado en la madrugada, recitando versos de Neruda, Sabines y Cortázar, en las madrugadas donde las sombras y el frío me toman en sus brazos, y me llevan a un lugar donde el silencio reina, donde tu cuerpo y recuerdo yacen inertes bajo el blanco y gélido montículo de nadie: El lugar donde los ángeles muertos yacen.
Y nada de esto tiene sentido, la lógica ya no baila en este escrito, ¿alguna vez lo hizo? Las palabras sobran, son vanas, vacías y sin sentido, se desvanecen y mueren en el aire; me vacío poco a poco de este melancólico sentimiento, mi garganta se tensa y mis labios se entreabren para dejar escapar un grito sordo, sin voz, un coro mudo, de haches, un coro silencioso.
Y si te beso, muero por ti, y si no te beso, muero de amor, el resultado es el mismo. Así que bésame, bésame con tus gélidos labios y vuélveme loco, y haz de ese un momento hermoso.
- Alguien en algún lugar.
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