domingo, 25 de marzo de 2012
sábado, 24 de marzo de 2012
Corvus Corax
Lector, este cuento está inspirado en mi gusto por los cuervos y psicopatía, como podrá notar. Tuve tres finales diferentes y no pude decidirme por ninguno así que usted se encontrará con la decisión de elegir entre los tres finales que sean de su agrado. Sin más que decir, he aquí:
Corvus Corax.
Son las 10:40AM, la gente está murmurando a mi alrededor. Voy tarde a clases como siempre. Eso me pasa siempre porque siempre voy pensando en cuervos. Porque la gente que camina por la calle siempre va pensando en cuervos. Nunca en comida, sexo, fiestas, películas o viejas conversaciones. Siempre van pensando en cuervos. Cuervos. Cuervos de todas las formas, colores y tamaños. Cuervos de todas las razas: Corvus Corax, Corvus varius, Corvus subcorax, Corvus tingitanus, Corvus tibetanus, Corvus kamtschaticus, Corvus principalis, Corvus sinuatus.
La gente murmura a mi alrededor y me miran raro por la enorme sonrisa en mi rostro, sonrío porque voy pensando en cuervos, pero ellos no saben que voy pensando en cuervos, posiblemente piensen que soy raro, que ando drogado o ebrio. Pero yo no estoy drogado, ni ebrio ni soy raro. Mi madre dice que sólo soy diferente.
Me apresuro a correr a la Universidad mientras voy pensando en cuervos. Y la gente parece no percatarse que a nuestro alrededor los cuervos nos miran. Se posan en los árboles, cables y techos de los automóviles. Los veo brincar por el suelo jalando los cordones de las zapatillas de algunos estudiantes, pero parecen no darse cuenta. No se dan cuenta o quizás los ignoran, porque la gente que camina por la calle siempre va pensando en cuervos.
Me distraigo en el pasillo cerca de mi aula. Me distraigo por ir pensando en cuervos y choco contra las espalda de Adonay, el fornido y agresivo del grupo. Y yo no me doy cuenta porque voy pensando en cuervos.
Mi grupo siempre pensó que yo era raro -pero mi madre dice que sólo soy diferente- y tranquilo, no agresivo. Pero lo cierto es que a mí no me gusta que me interrumpan mientras pienso en cuervos. Porque cuando me interrumpen me desconcentro y los cuervos a nuestro alrededor desaparecen y ya no los encuentro, y me tengo que volver a concentrar ver a los cuervos.
Son las 12:50PM y estoy sentado en una banca a unos metros del aula, estoy viendo a los cuervos rodéandome. Ellos trepan por mis piernas y brazos, trepan a la banca y ellos me rodean. Me graznan y sonríen, podría jurar qué me sonríen. Yo los miro y sonrío.
-¿Qué miras, idiota?- escucho una voz lejana pero no entiendo lo que dice porque yo estoy tan ausente. Estoy ausente porque pienso en cuervos, y veo a los cuervos. Veo cuervos ente las ramas de los árboles mientras se extienden por el pasillo de la Universidad. Posados sobre los casilleros, asientos, mochilas y esparcidos por el suelo. Corvus, corvus.
-Te pregunté algo, imbécil- escucho con claridad esta vez, y los cuervos a mi alrededor se baten y desaparecen. No me gusta que me interrumpen mientras pienso en cuervos. Miro alrededor a Adonay, quién me ha alejado mis cuervos.
Me pongo de pie y lo golpeo en la nariz, después lo derribo con un tacle y caigo encima de él, ríendo mientras golpeo su cabeza repetidas veces contra el mármol del piso. Él queda inconsciente después de un par de golpes, así qué creo que ha tenido suficientes, o eso creo porque su cabeza sangra y está muy maltratada. Lo arrastro por el suelo dejando un rastro de sangre hasta que los cuervos miran el cadáver con total hambruna. Comienzo a reír mientras se arremolinan y caen en picada sobre él. Con sus picos atraviesan la carne y comienzan a arrancarla en cada picotazo. El aire se llena de sus graznidos mientras el charco de sangre crece y yo río; no, me carcajeo.
Final original:
Y yo sonrío. Río y sonrío. Y pareciera que soy el único que ve a los cuervos alrededor, graznando y sobrevolando el cielo, deteniéndose expectantes en barandales y asientos. Soy el único que los ve mientras plumas negras llueven del cielo. Y soy el único porque ya nadie piensa en cuervos.
Final alternativo #1:
-¿Por qué sonríes tanto, idiota? Hey, te estoy hablando.- Su voz me regresa a la realidad, parpadeo unos instantes mientras vuelvo a la realidad. Los cuervos han desaparecido de mi alrededor.
-Pinche inepto- murmura sacudiendo su cabeza en desaprobación mientras se aleja a paso lento hacia el aula, y yo me quedo en mi asiento. Sonriente y en silencio. Y los cuervos vuelven a aparecer a mi alrededor, uno por uno y se arremolinan en torno mío, porque estoy pensando en cuervos. Porque la gente siempre está pensando en cuervos.
Final alternativo #2:
Mi pecho empieza a doler, también mi rostro. Parpadeo y todo ha cambiado en cuestión de momentos. Adonay no es quien está inconsciente y sangrando en el suelo, sino yo. Me encuentro en el suelo y los graznidos a mi alrededor son ensordecedores. Los cuervos están sobre mí desgarrando mis ropas, brincando sobre mi estómago y abdomen mientras comienzan a arrancar la piel y carne de mi cuerpo. Cae la parvada en picada sobre mí y uno a uno comienzan a devorar, devorar su festín. Mi sangre se expande por el suelo en un gran charco mientras escucho los graznidos. Y sonrío.
-Corvus, corvus...- susurro con mi último aliento, dejándolo escapar de entre mis labios. Los graznidos comienzan poco a poco a perderse en la lejanía y mi vista comienza a nublarse hasta desaparecer. ¿Y yo? Estoy pensando en cuervos.
- Alguien en algún lugar.
Corvus Corax.
Son las 10:40AM, la gente está murmurando a mi alrededor. Voy tarde a clases como siempre. Eso me pasa siempre porque siempre voy pensando en cuervos. Porque la gente que camina por la calle siempre va pensando en cuervos. Nunca en comida, sexo, fiestas, películas o viejas conversaciones. Siempre van pensando en cuervos. Cuervos. Cuervos de todas las formas, colores y tamaños. Cuervos de todas las razas: Corvus Corax, Corvus varius, Corvus subcorax, Corvus tingitanus, Corvus tibetanus, Corvus kamtschaticus, Corvus principalis, Corvus sinuatus.
La gente murmura a mi alrededor y me miran raro por la enorme sonrisa en mi rostro, sonrío porque voy pensando en cuervos, pero ellos no saben que voy pensando en cuervos, posiblemente piensen que soy raro, que ando drogado o ebrio. Pero yo no estoy drogado, ni ebrio ni soy raro. Mi madre dice que sólo soy diferente.
Me apresuro a correr a la Universidad mientras voy pensando en cuervos. Y la gente parece no percatarse que a nuestro alrededor los cuervos nos miran. Se posan en los árboles, cables y techos de los automóviles. Los veo brincar por el suelo jalando los cordones de las zapatillas de algunos estudiantes, pero parecen no darse cuenta. No se dan cuenta o quizás los ignoran, porque la gente que camina por la calle siempre va pensando en cuervos.
Me distraigo en el pasillo cerca de mi aula. Me distraigo por ir pensando en cuervos y choco contra las espalda de Adonay, el fornido y agresivo del grupo. Y yo no me doy cuenta porque voy pensando en cuervos.
Mi grupo siempre pensó que yo era raro -pero mi madre dice que sólo soy diferente- y tranquilo, no agresivo. Pero lo cierto es que a mí no me gusta que me interrumpan mientras pienso en cuervos. Porque cuando me interrumpen me desconcentro y los cuervos a nuestro alrededor desaparecen y ya no los encuentro, y me tengo que volver a concentrar ver a los cuervos.
Son las 12:50PM y estoy sentado en una banca a unos metros del aula, estoy viendo a los cuervos rodéandome. Ellos trepan por mis piernas y brazos, trepan a la banca y ellos me rodean. Me graznan y sonríen, podría jurar qué me sonríen. Yo los miro y sonrío.
-¿Qué miras, idiota?- escucho una voz lejana pero no entiendo lo que dice porque yo estoy tan ausente. Estoy ausente porque pienso en cuervos, y veo a los cuervos. Veo cuervos ente las ramas de los árboles mientras se extienden por el pasillo de la Universidad. Posados sobre los casilleros, asientos, mochilas y esparcidos por el suelo. Corvus, corvus.
-Te pregunté algo, imbécil- escucho con claridad esta vez, y los cuervos a mi alrededor se baten y desaparecen. No me gusta que me interrumpen mientras pienso en cuervos. Miro alrededor a Adonay, quién me ha alejado mis cuervos.
Me pongo de pie y lo golpeo en la nariz, después lo derribo con un tacle y caigo encima de él, ríendo mientras golpeo su cabeza repetidas veces contra el mármol del piso. Él queda inconsciente después de un par de golpes, así qué creo que ha tenido suficientes, o eso creo porque su cabeza sangra y está muy maltratada. Lo arrastro por el suelo dejando un rastro de sangre hasta que los cuervos miran el cadáver con total hambruna. Comienzo a reír mientras se arremolinan y caen en picada sobre él. Con sus picos atraviesan la carne y comienzan a arrancarla en cada picotazo. El aire se llena de sus graznidos mientras el charco de sangre crece y yo río; no, me carcajeo.
Final original:
Y yo sonrío. Río y sonrío. Y pareciera que soy el único que ve a los cuervos alrededor, graznando y sobrevolando el cielo, deteniéndose expectantes en barandales y asientos. Soy el único que los ve mientras plumas negras llueven del cielo. Y soy el único porque ya nadie piensa en cuervos.
Final alternativo #1:
-¿Por qué sonríes tanto, idiota? Hey, te estoy hablando.- Su voz me regresa a la realidad, parpadeo unos instantes mientras vuelvo a la realidad. Los cuervos han desaparecido de mi alrededor.
-Pinche inepto- murmura sacudiendo su cabeza en desaprobación mientras se aleja a paso lento hacia el aula, y yo me quedo en mi asiento. Sonriente y en silencio. Y los cuervos vuelven a aparecer a mi alrededor, uno por uno y se arremolinan en torno mío, porque estoy pensando en cuervos. Porque la gente siempre está pensando en cuervos.
Final alternativo #2:
Mi pecho empieza a doler, también mi rostro. Parpadeo y todo ha cambiado en cuestión de momentos. Adonay no es quien está inconsciente y sangrando en el suelo, sino yo. Me encuentro en el suelo y los graznidos a mi alrededor son ensordecedores. Los cuervos están sobre mí desgarrando mis ropas, brincando sobre mi estómago y abdomen mientras comienzan a arrancar la piel y carne de mi cuerpo. Cae la parvada en picada sobre mí y uno a uno comienzan a devorar, devorar su festín. Mi sangre se expande por el suelo en un gran charco mientras escucho los graznidos. Y sonrío.
-Corvus, corvus...- susurro con mi último aliento, dejándolo escapar de entre mis labios. Los graznidos comienzan poco a poco a perderse en la lejanía y mi vista comienza a nublarse hasta desaparecer. ¿Y yo? Estoy pensando en cuervos.
- Alguien en algún lugar.
viernes, 23 de marzo de 2012
Amunet y José Arcadio
La luna es una espía, maestra del camuflaje y de la discreción. Ha visto hasta lo que no debía ver, es una impertinente pues siempre esta ahí cada noche. La miro porque es un blanco resplandecer, me refleja lo que haces, esa es una razón por la cual la luna no me cae del todo mal. Porque en ella puedo verte, puedo ver que escribes mil poemas, que escribes miles de versos pero ninguno queda.
Puedo ver que tú, tan hermosa, tan reina, tan tú, y en mi mente se teje la idea de que viendo que la luna es parte de nuestro romance. Hagamos un trío: la luna, tú y yo; y así ella cada noche no iluminará, y juntos entonaremos cantos al amor, a la unión; juntos caminaremos y cuando sea de día, guardarás la mitad de la luna en tu bolsillo y la otra mitad yo en mi corazón.
- Liliana Mayorga y Yafté Gómez.
Puedo ver que tú, tan hermosa, tan reina, tan tú, y en mi mente se teje la idea de que viendo que la luna es parte de nuestro romance. Hagamos un trío: la luna, tú y yo; y así ella cada noche no iluminará, y juntos entonaremos cantos al amor, a la unión; juntos caminaremos y cuando sea de día, guardarás la mitad de la luna en tu bolsillo y la otra mitad yo en mi corazón.
- Liliana Mayorga y Yafté Gómez.
Una noche más, una noche menos.
Una noche más, una noche menos.
¿Qué más daba en un mundo corrupto?
Una noche más, una noche menos.
Gélida como el hielo,
solitaria como la luna.
Una noche más, una noche menos.
Pasos marcados en la nieve que se posaba en la calle,
pasos que se marcaban en el aire.
Un sonido,
un grito y un choque,
una pequeña y delicada mujer trataba de cruzar la calle sin éxito,
el auto había chocado para no atropellarle.
una noche más y una noche menos.
Una vida más y una vida menos.
Un segundo más y un segundo menos,
no había mas remedio que la muerte.
Un mundo que sucumbía ante el dolor ajeno.
Un mundo que sucumbía ante la soledad.
Un mundo que sucumbía ante el egoísmo.
Un mundo caótico, pero al final, nuestro mundo.
- Junior Mora Niño.
miércoles, 21 de marzo de 2012
Ella y yo
Ella está hablando, ateniendo clientes. Yo estoy sentado frente al teléfono, observando el marcador cambiando segundo a segundo, minuto tras minuto.
Ella está ateniendo a los clientes. Yo estoy escuchando su voz distante mientras habla con ellos o saca copias, o el interminable sonido de los papeles que hojea sin cesar. Y yo estoy sentado frente al teléfono.
Escucho el zapateo y el ir y venir de los cientes, entrando y saliendo, entrando y saliendo. Escucho la voz de ella mientras le hacen preguntas, mientras entrega, copia y cobra. Escucho su voz lejana mientras los atiende. Y yo estoy sentado frente al teléfono.
Ambos ausentes. Ella ateniendo a los clientes y yo sentado frente al teléfono.
Ella me habla, pregunta por mí. Me exige volver a verme y me exige cumplir las promesas que le hiciera antes de iniciar este tortuoso intento de mi relación con ella. Ella me exige el libro que le prometí, me exige verla y me exige amarla. Y yo estoy sentado frente al teléfono.
Su voz me llama, su voz lejana me llama, y yo estoy ausente frente al teléfono.
-Alguien.
-¿Mande...?
-Te quiero mucho.
-...
-Te quiero mucho.
-...Ok.
-Dime que me quieres mucho.
-No.
Su voz me llama, ella me llama a la lejanía. Y me exige que lo diga, me exige y me exige que la quiera, y que la vea. Y yo me exijo dejar de pensar en ella, y en un "nosotros" irreal. Ella atiende de nuevo a los clientes y yo me quedo en silencio frente al teléfono.
Y su voz se distorsiona en el auricular. Escucho a los autos yendo y viniendo, yendo y viniendo. Escucho el sonido viniendo y una voz distorsionada en el teléfono. Ella debe estar caminando y yo estoy sentado frente al teléfono.
No te entiendo. No le entiendo. Su voz me llama, su voz distorsionada llama. Y yo no entiendo mientras estoy aquí sentado frente al teléfono.
-Oye, no te entiendo.
-WFDGFADSAFDXCXCBNGF
-No te entiendo. Te veo el lunes a las 12:50. Afuera del búho.
-FWEEGDG... ¡HTRGERFHGHTRJYT!
-Adiós.
Su voz distorsionada desaparece al colgar el teléfono. ¿Adivina qué? No, no te amo. No, no te amo. Adiós, no te amo. Hola, te amo. No, no, no te amo. Vete, no te amo. Hola, te amo.
Y el teléfono suena de nuevo. Y estoy sentado frente al teléfono. Mi corazón palpita y se acelera, me pregunto si es ella al otro lado del teléfono. Y la veo caminando entre los faroles de la calle, quizás preguntándose porqué colgué y por eso me marca. Y contesto el teléfono:
-¿Diga?
-¿Disculpe, está Teresa?
-...
-¿Aló?
-No, no está. ¿Quieres dejarle un mensaje?
-No, sólo dile que le marqué.
-Va.
Y no marcaste. Me quedo en silencio frente al teléfono, me cuestiono si marcar o no marcar. Así que me siento a esperar frente al teléfono. EStoy sentado frente al teléfono.
Y ahora empiezo a pensar en nuesta situación. En ella y yo. En ella, el teléfono y yo. Y me doy cuenta de que todo fue irreal, y que nada fue cierto. Sólo ella, el teléfono y yo. Así que lo olvido, y te olvido. Y el único testigo mudo es el teléfono. Estoy sentado frente al teléfono.
Hola, soy Alguien y mentí, aún te amo. Y lo confieso, aquí sentado frente al teléfono.
- Alguien en algún lugar.
lunes, 12 de marzo de 2012
Había una vez, él y ella.
Había una vez un él y una ella. Cuando se conocieron ella aún era esclava de sus sentidos, quería las frivolidades y amaba las luces de la disco, hasta que cedió ante sus engaños. El tiempo transcurrió, una emancipación del alma ocurrió, lentamente, casi imposible notarla. De pronto se encontra en ella en una boda, y al verse vestida de blanco se dio cuenta de que era la suya, temerosa y contenta con miedo por lo qué sucedía, decepcionada de todo. La vida era gris.
Los días transcurrieron, uno tras otro, ella seguía creciendo pero él estaba ahí, incapaz de ver má allá de sus sentidos, de ver la belleza en la nada, aferrado a lo material no podía apreciar un atardecer, una tarde de lluvia, un desayuno en la cama. Lo hacía feliz ver televisión y ahorrar.
Ella leía, escribía, soñaba, creaba, daba matices a todo cuanto tocaba.
Él de la tierra, sólo de la tierra, aferrado a la tierra, ella de todos los mundos existentes y productos de su imaginación.
Las conversaciones eran imposibles: Ella recitaba, él bostezaba; ella escribía , él dormía; ella leía, él comía. Ella llegó a creer por un momento que la vida que él tenía era la correcta, la mejor, y decidió acompañarlo. De pronto, como una cachetada al alma, como una tormenta, como un estómago que vomita lo que no podía estar más ahí, a ella no le agradaba.
Fue a algunas librerías y encontró una especial, más especial aún un estante que se titulaba "amanecer". Perfecto, olía como su nombre a amanecer, a nuevo, sus libros eran perfectos, pareciera que tenía ojos y boca para besar. Decidió dedicar sus días a cuidar de ese estante, de su contenido, esos libros tan libros. Bebía los textos, los amaba.
Ella y él se fueron a donde les correspondía, él por el indicado; ella por el que decidió crear.
Y vivieron felices para siempre...
- Liliana Mayorga.
Los días transcurrieron, uno tras otro, ella seguía creciendo pero él estaba ahí, incapaz de ver má allá de sus sentidos, de ver la belleza en la nada, aferrado a lo material no podía apreciar un atardecer, una tarde de lluvia, un desayuno en la cama. Lo hacía feliz ver televisión y ahorrar.
Ella leía, escribía, soñaba, creaba, daba matices a todo cuanto tocaba.
Él de la tierra, sólo de la tierra, aferrado a la tierra, ella de todos los mundos existentes y productos de su imaginación.
Las conversaciones eran imposibles: Ella recitaba, él bostezaba; ella escribía , él dormía; ella leía, él comía. Ella llegó a creer por un momento que la vida que él tenía era la correcta, la mejor, y decidió acompañarlo. De pronto, como una cachetada al alma, como una tormenta, como un estómago que vomita lo que no podía estar más ahí, a ella no le agradaba.
Fue a algunas librerías y encontró una especial, más especial aún un estante que se titulaba "amanecer". Perfecto, olía como su nombre a amanecer, a nuevo, sus libros eran perfectos, pareciera que tenía ojos y boca para besar. Decidió dedicar sus días a cuidar de ese estante, de su contenido, esos libros tan libros. Bebía los textos, los amaba.
Ella y él se fueron a donde les correspondía, él por el indicado; ella por el que decidió crear.
Y vivieron felices para siempre...
- Liliana Mayorga.
domingo, 11 de marzo de 2012
Crónicas de un Chelista ciego: Parte V. Extra.
La llamada de Terpsícore
En medio del sulfur y el calor que producía aquella eminente obra de arte mi arco se tensaba más y más con cada movimiento en el que mis dedos reaccionaron directamente, mis dedos con maestría jugaron sobre las cuerdas creando una danza, el sonido se hacía bajo y obscuro jugando con la atmósfera que no era más que un cuarto casi vacío, un cuarto gélido lleno de suspiros perdidos. El arco ahora reposaba en el suelo pero ello no impedía la destrucción de mi mundo, era sólo otra herramienta, una más...
El mundo caía a mis pies, me sentía grande, fuerte, poderoso, con ganas de devorar al mundo, la música ya no saciaba mi hambre de cultura y elegancia, no era suficiente, deseaba más... El cuerpo majestuoso que me acompañaba en las tardes giraba con gentileza guiada por mis gráciles manos, cada cuerda era una experiencia nueva, cada nota, armonía, compás, ¿de eso estaba compuesta la música?, no... la música estaba compuesta de sentimientos, la música era la vida de un hombre o mujer plasmada en sonidos, ¿sonidos?, ¡que digo!, experiencias y expresiones, danzas y saltos, vida y muerte, cada aspecto de la vida era plasmado en cada nota, la mía era una vida oculta tras un gran telón que brillaba constantemente, volví a detenerme sin razón aparente... en aquella puerta, había alguien, era mi otro yo, mirando con miedo en quien me había convertido.
La desgracia del dolor humano vertida en un solo recipiente, la mujer que bailaba entre mis piernas no era más que un devorador de almas, era el mundo, era la vida, era el dolor, era la alegría, cada vez las notas más sombrías iban en aumento. A la habitación sólo entraba un par de rayos de luz tenue que golpeaban mis mejillas, había abandonado la realidad, había abandonado quien era para crear una nueva naturaleza, una incontrolable y destructiva, ahora tenía una fortaleza mental que sólo era capaz de proteger mi incontrolable paso, allí mismo un sentimiento de nostalgia se desencadenó, mi corazón atravesado por un cuchillo, cual nata, lloraba en silencio para más tarde yacer sobre mi querida amante. Vivir y morir, dos facetas de la misma acción... ¿Era ciego realmente?, ¿o sólo era ignorante ante lo conocido y odiado?
Un mundo de caos y destrucción, ¿pero quien dijo que el caos no podía ser también hermoso?, el caos servía para destruir un mundo abandonado al mal, un mundo de almas impuras destinadas a yacer en el fondo del mismísimo Tártaro.
- Junior Mora Niño.
sábado, 10 de marzo de 2012
Crónicas de un Chelista ciego.
Lo que leerán a continuación, debajo de esta publicación, es una mini-historia titulada, "Crónicas de un Chelista ciego", dividida en cuatro partes y escrita por Junior Mora Niño. Se puede leer seguida como salteada puesto que cada parte en sí, tiene un inicio y un final propios.
Sin más que decir, disfrútenlo tanto como Alguien lo hizo.
Crónicas de un Chelista ciego.
- Alguien en algún lugar.
Sin más que decir, disfrútenlo tanto como Alguien lo hizo.
Crónicas de un Chelista ciego.
- Alguien en algún lugar.
Crónicas de un Chelista ciego: Parte l.
Gritos del alma.
Ya era medianoche nuevamente, me dediqué a salir al balcón como de costumbre para sentir aquella brisa nocturna, aquella brisa que me transportaba. Coloqué el Chello entre mis piernas acariciándolo delicadamente, rozándolo y sintiendo cada una de sus curvas y texturas, era la mujer más bella que había tocado hasta el día; mis manos acariciaron el puente para luego posarse sobre las cuerdas y tocar notas sin mover el arco que estaba sobre las mismas, se podría decir que sentía las vibraciones, sentía el sonido fluir en mi sangre, a la vez que mis manos se empezaron a mover delicadamente sobre su cuerpo formando esplendorosas notas que al unirse formaban armonías complejas las cuales llegaban a formas una canción dulce de ambiente obscuro, el cuál poco a poco volvía a provocar una sonrisa en mi rostro, sentía como me susurraba palabras, sentía como su maravillosa caricia jugueteaba en mis oídos, mis ojos perdidos en el aire se movían a pesar de no ver nada, ¿qué pasaba conmigo?, ¿Qué pasaba con este sonido tan hermoso que sólo fluía de mi interior? Era el sonido de un alma corrompida.
Y allí estaba en medio de la tiniebla en una noche fría. Una noche solitaria, simplemente acompañado por mi Chello, aquella dama entre mis piernas que me engullía con su delicada voz, un mundo para mí mismo, donde imaginaba aquel cielo estrellado que tanto añoraba, ese cielo que había perdido, un cielo destruido por el egoísmo del hombre que entre mis imágenes mentales desaparecía... Un mundo aparte que me atormentaba, el susurro del silencio, el ardor de la vida, era como estar perdido en un mar de notas que jugaban graciosamente con el viento´.
Lágrimas, lágrimas caían por mi rostro, ¿de dolor? ¿De felicidad?, al fin y al cabo eran lárimas... El himno a la obscuridad se apoderaba de mis manos soltando notas mas obscuras, mi mirada perdida de repente desaparecía, ya no era yo quien tocaba aquellas preciosas cuerdas, era alguien más, un ente que poseía mi cuerpo, mi verdadero yo... Allí me encontraba noche tras noche, siempre solo llorando ante mi otro ser, asesinando cada pedazo de integridad y moral, destrozando lo que realmente era, destrozando quien quería ser, o quien aparentaba quería ser...
Allí estaba, ante la penumbra con la luna mirándome, con la luna como testigo de un asesinato... Allí estábamos, en un mundo aparte donde todo desaparecía... De mi boca salían armoniosos cánticos gregorianos, cánticos que en alguna vida pasada abordaban mi ser, completaban el vació que había en mi corazón y callaban los murmullos de la destructora de almas. Mi Chello, mi peor enemigo; mi mejor amiga. Mi Chello, mi mujer, mi amante; mi Chello, mi pasión, mi mundo aparte, eso era yo; el sonido de un Chello mas en el brillo infinito del cosmos.
- Junior Mora Niño.
Crónicas de un Chelista ciego: Parte ll
Diabulus Sonata.
A través de sus cuerdas me encontraba a mí mismo, solían decir que tras todo gran hombre había una gran mujer, esa era ella, mi Chelly como solía llamarle mi madre, mis manos se posaron sobre ella dejando caer el arco para que mis brazos la tomasen entre ellos, podía sentir aún cada tono vibrar en mi corazón, un mundo nuevo, uno por descubrir se hacía paso entre mi ser... Me agaché para volver a tomar el arco y lo pose sobre Chelly, esta vez con aún más delicadeza. Alargué el movimiento para luego moverle bruscamente sobre ella, me sentía como otro bloque en el muro para saltar, mi propio muro, el sonido proporcionado fue estruendoso y sombrío el cual continuó en cada movimiento de mi brazo, suspendido en mi propia obscuridad sentía un sentimiento de soledad invadirme, había asesinado mi otra mitad, toda una vida destruida ante mi, allí mismo en ella yacía la esencia de la vida.
Mis dedos jugaron nuevamente sobre ella, el sonido ahora proporcionado era igual al choque de las olas con las rocas, era hermoso pero rasgado, por un momento había sonreído de una forma un tanto diabólica, el haber matado mi propia esencia había sido bajo hasta para mí mismo, o eso creía yo. Mis manos cansadas cayeron a los costados del Chello sobre su costado, empecé a negarme durante horas ese sentimiento de soledad que ahora embargaba todo el departamento, di pasos torpes hasta el balcón asomándome, reinaba el silencio... Ahora lo hacía, Chelly, los libros, el gato, todos habían guardado silencio, un silencio incómodo que hacía gruñir a mis entrañas.
El tiempo se había acumulado ante mí, tantee con mi bastón caminando hacía la sala donde me recosté sobre el sofá con aquella mirada vacía al aire, ya no quedaba nada de mi o mi antiguo yo, nada sobre quién era, ahora yo mismo me hacía esa pregunta;
¿Dónde estaba?
¿Quién era?
¿Por qué?
Todas estas incógnitas nublaban mi mente creando un caos total en ella donde un mar de ideas se mezclaba con aquella abrumadora soledad, acababa de descubrir un sentimiento volátil como mi temperamento, ¿cómo podrían llamarle?, sólo yo lo sabía pero al cabo de unos segundos ya estaba en los brazos de mi padre, Morfeo me había acunado en su reino nuevamente revelándome imágenes en las que sólo estaba yo y mi sombra quién me abandonaba en medio de esa penumbra, ¿qué pretendía este Oniro al revelarme la soledad que había creado mi propia mano?, pronto un sinfín de acciones y pensamientos se nublarían mi cabeza.
- Junior Mora Niño.
Crónicas de un Chelista ciego: Parte lll
Mujer, Oh, adorada mujer.
En ese momento el sol brilló ante mí, pude sentir su calor abrasador, ya había comprendido lo que mi Chello me había dicho, yo no era lo suficientemente bueno para ella, ¿entonces para quién?, ¿Si no era ella, quién sería? No podía abandonar mi sueño de aquella manera, no podía luchar contra mi destino, todos aquellos héroes caídos habían muerto por hacerlo, y allí estaba ella, la Afrodita de mi vida, la tentación de mi jardín, allí estaba, podía sentirla en el suelo a un lado mio, sólo quería alejarme de allí...
Tomé mi suéter rápidamente contando cada paso que habían desde allí a la puerta donde reposaba mi bastón, lo tomé dejando caer mi peso sobre él por un momento, mi apoyo en el mundo moderno, él era quién me sostenía y me decía como debía caminar, sólo daba paso tras paso cuando él me lo aseguraba y así fue hasta salir de mi pequeña casa, intentaba olvidar aquel asesinato pero en mi mente estaba la imagen de mi otro yo muerto sobre mi Chelly, a mi rostro se le agregó un tono de palidez y en ese mismo instante estaba estático, un nuevo sentimiento desconocido tocó todo mi cuerpo abrazándolo... No era esa soledad que tanto odiaba, era algo nuevo y desconocido, pero no dejaría que me afectara, no olvidaría a mi antiguo yo.
Guarde el bastón en mi bolsillo y corrí contando los pasos, escuchando las personas y los autos, ahora perdido entre la multitud del centro, era maravilloso... o eso sentía yo. A dos cuadras había alguien, se escuchaba el leve sonido de un violín, un pequeño violín, un sonido un tanto feliz para estar interpretando '24 Caprices' de Paganini, pero caminé hacia él o ella para admirar aquella hermosa pieza, sabía que no podía abandonar a Chelly, no importaba la circunstancia.
En ese momento me había hallado a mí mismo, sabía quién era perfectamente y donde estaba, el porqué, el porqué de mi existencia era crear, era vivir, no el tipo de 'vida' actual, una vida vacía la cual esperaba la muerte, ya que vivir era sentir, ser, estar, hacer, crear, escuchar, tocar. En mi caso ya no podía ver pero mi vida nunca se detuvo por ello. Ese era yo, allí, había aparecido nuevamente frente a mí, allí estaba entre mis brazos... En ese momento solo pude correr a casa, quería abrazarla, sentirla, escucharla, quería tenerla para mi, no podía abandonar lo que me permitía vivir, ya no era un ciego, podía ver todo a mi alrededor, lo sabía, podía ver el pasado y el futuro, lo que era y lo que será, pero sólo eran lagunas mentales en un gran mar.
Al abrir la puerta me arrodillé tanteando el suelo buscándole, sólo quería tenerle a mi lado, a ese grácil cuerpo. Lo sentí, su madera fina y siempre tibia, allí estaba para mi, mi rostro cayó nuevamente a su lado sofocándose con aquel precioso aroma que expulsaba, mis manos jugaban acariciando sus cuerdas, mi mano recorría desde su pica hasta la escotadura, aquella delicada mujer que reposaba frente a mi, era yo mismo... ese era yo...
- Junior Mora Niño.
Crónicas de un Chelista ciego: Parte lV
Ruinas de un nuevo mundo.
Durante aquellos momentos de felicidad me había descubierto a mí, pero lo que no sabía era como era mi verdadero yo, era una persona iluminada por la obscuridad, un abismo en el que toda felicidad era vaciada, mi piel palidecía ante el crepúsculo y el Chello se posaba sobre mis piernas. El arco bailaba sobre el puente con verdadera maestría y mis dedos sobre las cuerdas acariciando el mástil, una bella sinfonía era producida por mis manos sintiendo como mis sentimientos se eclipsaban el uno con el otro deteniendo mis manos para luego subir a un tono aún más dramático y delicado, mis manos cobraban vida nuevamente, mi cabeza bailaba ante cada movimiento de mis brazos, mis ojos cerrados provocaban una sensación de visión en mí la cual estallaba en una gran gama de colores.
Una sonata agradable y oscura, allí se reflejaba mi alma, un alma llena de dolor, pero allí estaba. Cada vibración se movía en mi cuerpo buscando un sitio donde esconderse, cada nota expulsada a gritos por mi Chello, un símbolo de hipocresía más el cual otorgaba el sonido de la muerte a mi sonata, era una danza más entre el nuevo mundo y el antiguo en el cuál siempre caía el primero.
Mis manos se detuvieron dejando mi cabeza descansar sobre su caja para admirar cada palabra que daba, estaba interpretando el concierto para Cello en C menor de Vivaldi, una obra maestra que fluía una y otra vez por mis manos sin cesar, el mundo giraba pero yo seguía estático en mi propio universo apartado de la humanidad, cada movimiento era aún más ágil que el anterior donde sólo se demostraba la elegancia en cada movimiento vivo de mis manos, un mundo nuevo...
La obra exaltaba cada una de mis neuronas estallando en un sinfín de ideas, cada movimiento trataba de saciar mi corazón nublado en una demostración perfecta de coordinación y arte; y allí estaba en la oscuridad de la sala alimentando mi propia destrucción o... ¿Mi propia creación?
Una sonata agradable y oscura, allí se reflejaba mi alma, un alma llena de dolor, pero allí estaba. Cada vibración se movía en mi cuerpo buscando un sitio donde esconderse, cada nota expulsada a gritos por mi Chello, un símbolo de hipocresía más el cual otorgaba el sonido de la muerte a mi sonata, era una danza más entre el nuevo mundo y el antiguo en el cuál siempre caía el primero.
Mis manos se detuvieron dejando mi cabeza descansar sobre su caja para admirar cada palabra que daba, estaba interpretando el concierto para Cello en C menor de Vivaldi, una obra maestra que fluía una y otra vez por mis manos sin cesar, el mundo giraba pero yo seguía estático en mi propio universo apartado de la humanidad, cada movimiento era aún más ágil que el anterior donde sólo se demostraba la elegancia en cada movimiento vivo de mis manos, un mundo nuevo...
La obra exaltaba cada una de mis neuronas estallando en un sinfín de ideas, cada movimiento trataba de saciar mi corazón nublado en una demostración perfecta de coordinación y arte; y allí estaba en la oscuridad de la sala alimentando mi propia destrucción o... ¿Mi propia creación?
- Junior Mora Niño.
Conversaciones
Me gustaría conocerte algún día. Verte allá, a la vuelta de la esquina e invitarte a un café. Y sentarnos en una mesa que dé a la calle, cada uno con un café, o un capuccino, quizás un mokka, no estoy seguro. Y hablar de la decadencia de la sociedad, de política y religión; hablar de lo mal que están las cosas, lo superfluo del amor y lo comercializado que está; hablar de esto y de lo otro, de todo y de nada en absoluto.
Y ser todo y a la vez nada. Hablar de nuestros miedos y de nuestras expectativas. Hablar de nuestros sueños y lo imposibles que son. De nuestras preocupaciones y lo solitarios que somos. Y tomar café, intercambiar comentarios sarcástico y anécdotas tragicómicas. De inicios simples y de trama complicada. Y luego al final, despedirnos como un par de viejos amigos, y marcharnos allá, cada quien por su lado. Y volver a ser dos desconocidos.
- Alguien en algún lugar.
Nitratos y nitritos
Voy durmiéndome en el camión, y los personajes que van en el no me dejan soñar. Me voy durmiendo en el camión, y el olor a trabajo de mi compañero de asiento no me deja soñar. Veo que la realidad se distorsiona, que el elefante cobrador no me pidió mi ticket, que el gallo con escamas que fue mi compañero de asiento, se ha bajado y que con su partida se va la mariposa de sonrisa eterna, mariposa de sueños, mariposa obrera; y mi pregunta es si ya estoy soñando o ellos sueñan porque no es normal que los elefantes cobren y que las mariposas siempre tan hermosas sean obreras.
De hecho la palabra "normal" no tiene definición. Para mí es normal que los libros te hablen sobre como vomitar un conejo, para ellos, los personajes del camion, es normal toda su rutina, es normal despertar, trabajar y matar sus sueños con la realidad, retomando el tiempo y espacio actual.
Me doy cuenta que son las 6:07 de la tarde y que no debí tomar esas pastillas, pero no llevo ni un cuarto de hora y ya veo como la realidad se torna real, y deja de ser sueño del obrero de overol amarillo, que sueña con llegar a casa y descansar.
- Yafté Gómez.
miércoles, 7 de marzo de 2012
Sal con una mujer que lee
Por: Rosemary Urquico
Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.
Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.
Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.
Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.
Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.
Por lo menos tiene que intentarlo.
Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.
Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.
¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.
Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.
Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.
Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.
Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.
O mejor aún, a una que escriba.
Sal con una mujer que no lee
Por: Charles Warnke.
Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.
Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.
Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.
Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.
Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.
Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.
Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.
No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.
viernes, 2 de marzo de 2012
Confesiones de Alguien inexistente
Y nada, que acabo de admitir una verdad de mi persona. No es fácil admitir que eres una mentira, o más bien, que te convertiste en una mentira. Ni siquiera es fácil volverlo todo en palabras, ese momento, ese sentimiento, esa presión en el pecho. No es fácil convertir esa agonía y desesperación en palabras.
Te tambalea, te tambalea la existencia. Todo lo que creías, todo lo que creías que era, y te deja desnudo, expuesto. Aquí estoy, sintiéndome desnudo ante el mundo, como una presa mansa y herida ante las fauces de la bestia, ¿quién es la bestia? ¿La sociedad? ¿Yo? No, ¿quién soy yo?
Incluso mi letra ha cambado... Es tan ilegible y temblorosa, patética e insegura, ¿ahora qué? Todo lo que he sido ha sido una máscara, una armadura de personalidad, en realidad no soy fuerte sino débil. No soy narcisista ni perfecto, sino imbécil.
¿Quién soy?
¿Qué soy?
¿Qué seré?
Ay de mí. Ay, pobre de mí. Es como despertar de un sueño y ver la realidad que te rodea. Todo se ve, huele y siente diferente, pero para mal. El mundo ya no parece estar a mis pies sino yo bajo sus pezuñas, apunto de ser aplastado.
Es curioso, ¿sabes? Soy yo, Alguien aquel crío marginado y abusado en su infancia, que fue objeto de burlas y risas infantiles. Soy ese Alguien miedoso y bueno, ese Alguien temeroso del que dirán, del que harán. Sí, soy yo, he vuelto después de tanto tiempo, tantos años, he vuelto a mís 19 años, y tengo miedo. Tengo miedo.
¿Dónde estoy?
¿Qué soy?
Desnudo. Estoy desnudo frente a mi armadura. Sí, ¿quieren saberlo? ¡TENGO MIEDO! Tengo miedo de vestirla y ser algo que no soy, que nunca he sido ni seré. Soy imperfecto, soy débil, soy ingenuo y torpe. Tengo miedos, fobias, traumas, todo es una máscara para que el mundo no me conozca ni me devore. ¡Estoy desnudo frente a ustedes!
Si sigo así seré devorado por la Bestia y si la visto, prevaleceré pero quizás será una mentira. ¿Qué hago? ¿Dónde está ese otro Alguien cuando lo necesito? Ese narcisista hijo de perra, sarcástico, cruel y analítico hasta la médula; de palabras y versos firmes, de convicción y seguridad "inquebrantable"? ¿Dónde estás, Yo?
-Aquí.
-¿Dónde?
-Aquí.
-No te vayas.
-No me voy.
-Quédate.
-Me quedo.
-Ayúdame.
-Ayúdote.
No me dejes caer,
No me dejes ser una mentira.
No dejes que me lastimen.
Ahota me pregunto sí tú eres algo mejor dentro mío o si eres esa armadura de falsedad, deseo que seas el verdadero Yo. ¡Júrame que no eres falso! No me dejes caer, no nos dejes caer.
Escúchame, mírame, no nos dejes caer. Es más, no me dejes volver.
Golpéame.
Ahógame.
Mátame.
Entiérrame.
Enciérrame.
Pero no me dejes volver.
Sólo tú puedes sobrevivir en este mundo a partir de ahora, no yo. Sólo tú puedes sobrevivir con esta locura, no yo. Sólo tú puedes sobrevivir con todas estas fobias, experiencias, pensamientos, locuras y traumas, no yo. Sólo tú, no yo. Así que sé tú el verdadro Yo. Sé tú la verdad, no yo. Sé tú el único, no yo.
No dejes a Alguien caer, no lo dejes caer.
Ahora me marcho y no me dejes volver.
No, no me dejes volver.
- Alguien en algún lugar.
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