sábado, 10 de marzo de 2012

Crónicas de un Chelista ciego: Parte l.


Gritos del alma.

Ya era medianoche nuevamente, me dediqué a salir al balcón como de costumbre para sentir aquella brisa nocturna, aquella brisa que me transportaba. Coloqué el Chello entre mis piernas acariciándolo delicadamente, rozándolo y sintiendo cada una de sus curvas y texturas, era la mujer más bella que había tocado hasta el día; mis manos acariciaron el puente para luego posarse sobre las cuerdas y tocar notas sin mover el arco que estaba sobre las mismas, se podría decir que sentía las vibraciones, sentía el sonido fluir en mi sangre, a la vez que mis manos se empezaron a mover delicadamente sobre su cuerpo formando esplendorosas notas que al unirse formaban armonías complejas las cuales llegaban a formas una canción dulce de ambiente obscuro, el cuál poco a poco volvía a provocar una sonrisa en mi rostro, sentía como me susurraba palabras, sentía como su maravillosa caricia jugueteaba en mis oídos, mis ojos perdidos en el aire se movían a pesar de no ver nada, ¿qué pasaba conmigo?, ¿Qué pasaba con este sonido tan hermoso que sólo fluía de mi interior? Era el sonido de un alma corrompida.

Y allí estaba en medio de la tiniebla  en una noche fría. Una noche solitaria, simplemente acompañado por mi Chello, aquella dama entre mis piernas que me engullía con su delicada voz, un mundo para mí mismo, donde imaginaba aquel cielo estrellado que tanto añoraba, ese cielo que había perdido, un cielo destruido por el egoísmo del hombre que entre mis imágenes mentales desaparecía... Un mundo aparte que me atormentaba, el susurro del silencio, el ardor de la vida, era como estar perdido en un mar de notas que jugaban graciosamente con el viento´.
Lágrimas, lágrimas caían por mi rostro, ¿de dolor? ¿De felicidad?, al fin y al cabo eran lárimas... El himno a la obscuridad se apoderaba de mis manos soltando notas mas obscuras, mi mirada perdida de repente desaparecía, ya no era yo quien tocaba aquellas preciosas cuerdas, era alguien más, un ente que poseía mi cuerpo, mi verdadero yo... Allí me encontraba noche tras noche, siempre solo llorando ante mi otro ser, asesinando cada pedazo de integridad y moral, destrozando lo que realmente era, destrozando quien quería ser, o quien aparentaba quería ser...

Allí estaba, ante la penumbra con la luna mirándome, con la luna como testigo de un asesinato... Allí estábamos, en un mundo aparte donde todo desaparecía... De mi boca salían armoniosos cánticos gregorianos, cánticos que en alguna vida pasada abordaban mi ser, completaban el vació que había en mi corazón y callaban los murmullos de la destructora de almas. Mi Chello, mi peor enemigo; mi mejor amiga. Mi Chello, mi mujer, mi amante; mi Chello, mi pasión, mi mundo aparte, eso era yo; el sonido de un Chello mas en el brillo infinito del cosmos.

- Junior Mora Niño.




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