sábado, 10 de marzo de 2012

Crónicas de un Chelista ciego: Parte lV

Ruinas de un nuevo mundo.


Durante aquellos momentos de felicidad me había descubierto a mí, pero lo que no sabía era como era mi verdadero yo, era una persona iluminada por la obscuridad, un abismo en el que toda felicidad era vaciada, mi piel palidecía ante el crepúsculo y el Chello se posaba sobre mis piernas. El arco bailaba sobre el puente con verdadera maestría y mis dedos sobre las cuerdas acariciando el mástil, una bella sinfonía era producida por mis manos sintiendo como mis sentimientos se eclipsaban el uno con el otro deteniendo mis manos para luego subir a un tono aún más dramático y delicado, mis manos cobraban vida nuevamente, mi cabeza bailaba ante cada movimiento de mis brazos, mis ojos cerrados provocaban una sensación de visión en mí la cual estallaba en una gran gama de colores.

Una sonata agradable y oscura, allí se reflejaba mi alma, un alma llena de dolor, pero allí estaba. Cada vibración se movía en mi cuerpo buscando un sitio donde esconderse, cada nota expulsada a gritos por mi Chello, un símbolo de hipocresía más el cual otorgaba el sonido de la muerte a mi sonata, era una danza más entre el nuevo mundo y el antiguo en el cuál siempre caía el primero.
Mis manos se detuvieron dejando mi cabeza descansar sobre su caja para admirar cada palabra que daba, estaba interpretando el concierto para Cello en C menor de Vivaldi, una obra maestra que fluía una y otra vez por mis manos sin cesar, el mundo giraba pero yo seguía estático en mi propio universo apartado de la humanidad, cada movimiento era aún más ágil que el anterior donde sólo se demostraba la elegancia en cada movimiento vivo de mis manos, un mundo nuevo...

La obra exaltaba cada una de mis neuronas estallando en un sinfín de ideas, cada movimiento trataba de saciar mi corazón nublado en una demostración perfecta de coordinación y arte; y allí estaba en la oscuridad de la sala alimentando mi propia destrucción o... ¿Mi propia creación?


- Junior Mora Niño.



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