sábado, 10 de marzo de 2012

Crónicas de un Chelista ciego: Parte lll


Mujer, Oh, adorada mujer.

En ese momento el sol brilló ante mí, pude sentir su calor abrasador, ya había comprendido lo que mi Chello me había dicho, yo no era lo suficientemente bueno para ella, ¿entonces para quién?, ¿Si no era ella, quién sería? No podía abandonar mi sueño de aquella manera, no podía luchar contra mi destino, todos aquellos héroes caídos habían muerto por hacerlo, y allí estaba ella, la Afrodita de mi vida, la tentación de mi jardín, allí estaba, podía sentirla en el suelo a un lado mio, sólo quería alejarme de allí...

Tomé mi suéter rápidamente contando cada paso que habían desde allí a la puerta donde reposaba mi bastón, lo tomé dejando caer mi peso sobre él por un momento, mi apoyo en el mundo moderno, él era quién me sostenía y me decía como debía caminar, sólo daba paso tras paso cuando él me lo aseguraba y así fue hasta salir de mi pequeña casa, intentaba olvidar aquel asesinato pero en mi mente estaba la imagen de mi otro yo muerto sobre mi Chelly, a mi rostro se le agregó un tono de palidez y en ese mismo instante estaba estático, un nuevo sentimiento desconocido tocó todo mi cuerpo abrazándolo... No era esa soledad que tanto odiaba, era algo nuevo y desconocido, pero no dejaría que me afectara, no olvidaría a mi antiguo yo.

Guarde el bastón en mi bolsillo y corrí contando los pasos, escuchando las personas y los autos, ahora perdido entre la multitud del centro, era maravilloso... o eso sentía yo. A dos cuadras había alguien, se escuchaba el leve sonido de un violín, un pequeño violín, un sonido un tanto feliz para estar interpretando '24 Caprices' de Paganini, pero caminé hacia él o ella para admirar aquella hermosa pieza, sabía que no podía abandonar a Chelly, no importaba la circunstancia.

En ese momento me había hallado a mí mismo, sabía quién era perfectamente y donde estaba, el porqué, el porqué de mi existencia era crear, era vivir, no el tipo de 'vida' actual, una vida vacía la cual esperaba la muerte, ya que vivir era sentir, ser, estar, hacer, crear, escuchar, tocar. En mi caso ya no podía ver pero mi vida nunca se detuvo por ello. Ese era yo, allí, había aparecido nuevamente frente a mí, allí estaba entre mis brazos... En ese momento solo pude correr a casa, quería abrazarla, sentirla, escucharla, quería tenerla para mi, no podía abandonar lo que me permitía vivir, ya no era un ciego, podía ver todo a mi alrededor, lo sabía, podía ver el pasado y el futuro, lo que era y lo que será, pero sólo eran lagunas mentales en un gran mar.
Al abrir la puerta me arrodillé tanteando el suelo buscándole, sólo quería tenerle a mi lado, a ese grácil cuerpo. Lo sentí, su madera fina y siempre tibia, allí estaba para mi, mi rostro cayó nuevamente a su lado sofocándose con aquel precioso aroma que expulsaba, mis manos jugaban acariciando sus cuerdas, mi mano recorría desde su pica hasta la escotadura, aquella delicada mujer que reposaba frente a mi, era yo mismo... ese era yo...


- Junior Mora Niño.




No hay comentarios:

Publicar un comentario